viernes, 13 de abril de 2012

BIOGRAFÍA DE MARCELO BIELSA (14)


'LO SUFICIENTEMENTE LOCO', UNA BIOGRAFÍA DE MARCELO BIELSA (14)






EL INCONFORMISMO ARGENTINO

... "MI DECISIÓN SIEMPRE CONSPIRARÁ CONTRA ALGO DE TODO LO QUE SE PIDE" 



Cuando Carlos Ramaciotti lo sucedió en el América de México, Bielsa sólo le hizo una mención al compatriota que tomaba su posta: le advirtió que se cuidara del periodismo. Haber trabajado en un club manejado desde hace décadas por el multimedios Televisa, haber tenido que convivir forzosamente con cronistas simplemente porque tenían el mismo patrón, lo hizo recapacitar acerca de la relación conveniente con la prensa. 

Percibió que los medios ponderan sólo lo inmediato; que sumidos en la vorágine de la información diaria, interesa tanto el éxito más allá de que sea momentáneo, que relegan la consideración a aquellos que se esfuerzan a largo plazo. Fue un verdadero punto de inflexión en su trato con el cuarto poder. 

Por eso tomó una decisión salomónica apenas asumió en el seleccionado argentino, dos años después; con su estilo, casi extremista. Prácticamente borró de su agenda y de su memoria a los periodistas con quienes los unía un lazo afectivo. 

De esa manera, se aseguraba no hacer diferencias, más allá de que el poderío económico de Torneos y Competencias respecto del resto podría haberlo seducido, y sobre todo, mantenerse a distancia, sobre todo después de los choques que habían tenido los mismos jugadores con la prensa, durante la era de Daniel Passarella. Sólo los resultados, pensó, condicionarían su imagen en los medios, por más atención que les dispensara. 

La tónica que incorporó fue atender los requerimientos únicamente en conferencias. Las rondas de preguntas y respuestas duraron hasta tres horas, se extienden lo que las interrogaciones demandan. Sin posibilidad de semblantearlo en ese formato de entrevistas, casi sin repreguntas, nunca se abrió lugar a indagar sobre su vida privada y sus pensamientos profundos. Sólo se prestó a charlas informales, sin grabadores ni cámaras, en Chicago y en Wembley, los dos primeros viajes del Seleccionado (hasta que un periodista ventiló lo hablado con los grabadores apagados). Indudablemente, un plan diseñado a la medida de sus preferencias. 

Con Juan José Marón, periodista del diario "Ole", tenía buena relación. Una vez que se encontraron con el motivo de una nota, Bielsa primero cruzó a un mercado, en el que compró fiambre y jugo de naranja, y lo invitó a comer. Cuando Marón le recordó la nota, el por entonces técnico de Vélez le contestó: "Qué nota ni nota... Coma este queso que es de primera. Si salimos campeones, le doy la nota". Vélez fue campeón y el propio Bielsa le recordó la entrevista. Eso sí, cuando asumió para el equipo nacional, le anticipó: "Quiero que haya igualdad para todos, que tenga el mismo trato un periodista de Jujuy que uno del mejor medio de Buenos Aires. Así que no vamos a hablar más". Su hermano Rafael, en los meses posteriores a su llegada a la Selección, ya imaginaba lo que ocurriría: "Mantendrá buena relación con el periodismo deportivo científico. Genéticamente condicionado como un anofeles, agradece jubiloso todo lo que lo ayuda a pensar. Y desdeña más la mala intención de lo que venera la inteligencia. El periodismo tendrá que tener presente que posee una capacidad de hacer sentir tan incómodo como lo hicieron sentir a él". 

En su primera época como técnico los periodistas le pasaban por fax las notas antes de editarlas; no las corregía, pero solía enojarse. Cuando asumió en el Espanyol, un cronista le preguntó por su mala relación con la prensa; "ya tendrá ocasión de verificarlo", le contestó escuetamente. 

Francisco Reyes trabajaba en las relaciones públicas del América cuando Bielsa fue el técnico y también cubría los entrenamientos para Televisa, el gigante mexicano de televisión; Reyes se acuerda de esa época: "Trataba de pensar bien las preguntas que le iba a hacer, porque cuando le hablábamos de cosas muy generales, él respondía algo obvio. Una vez un periodista le preguntó por qué contestaba siempre lo mismo y él le devolvió la respuesta: '¿Por qué usted me pregunta siempre lo mismo?' le dijo". 

Para acceder a hablar mano a mano con un periodista, llegó a cerciorarse de que el interlocutor entendiera de fútbol y lo probó con dibujos de sistemas tácticos, formaciones y movimientos que se pueden dar en una cancha. 

Los considera gravitantes por ser quienes forman la opinión. Demostró esto en la conferencia del 4 de diciembre del 2001, tres días después del sorteo del Mundial, al decir que "si bien no es lo mismo superar a una potencia que superar a un equipo de segundo nivel y no es lo mismo ganar jugando bien que hacerlo casualmente, en definitiva únicamente estaremos de acuerdo en la posición donde se pretende y donde se imagina en el Mundial. Lo que se considera, no digo lo que a mí me importa, lo que se considera de parte de los analistas y luego los espectadores, es donde terminemos". Para conocerlo hace falta leerlo entrelíneas. Ese luego marca el camino del mensaje a través de los receptores, que cuando se convierten en emisores, pueden distorsionarlo a su gusto.

En mayo del 2003, dejó claro el porqué de su resistencia a los periodistas en general: "No hay método más preciso para educar que los medios de comunicación, y me rebelo contra los mensajes que se envían". Volvió a reprochar la insensibilidad, la inmediatez y la falta de una corriente interna que enfrente a la mayoría en ocasión del retiro de Nelson Vivas, asediado entre otras razones por las críticas. 

Desde el trato que recibió en México, Bielsa quiere bien lejos a la prensa. En sus comienzos no tenía problema en sentarse a una charla informal sobre fútbol. Hoy, en sus formales respuestas de las conferencias con marca registrada, a algunos le disgusta la forma en que expone (lo tildan de soberbio) sus conocimientos del juego. 

Así como Julio Grondona reconoce que quien le habló de Carlos Bilardo fue Fernando Niembro, Marcelo Araujo se adjudica, entre amigos o entre colegas, el nombramiento de Bielsa como técnico de la Selección. Sin embargo, Niembro conoció anteriormente a Marcelo en sus viajes por Sudamérica en ocasión de la Copa Libertadores. "Hablaba mucho con él. Y le dije a Araujo que teníamos que armar una reunión, que se trataba de un personaje notable", recordó en uno de sus programas. Luego sería quien más lo criticaría entre los periodistas de Torneos y Competencias, la empresa que domina mediáticamente al fútbol argentino. 

Miguel "Tití" Fernández lo visitaba cada vez que Newell's se concentraba en Buenos Aires. Vislumbrado por una tarea que les encomendaba a los jugadores (por ejemplo, seguir con atención los artículos periodísticos del rival), lo llevaba a las cenas que los jueves a la noche, reunía a personajes del fútbol como Luis Bonini, Carlos Griguol, Adrián Paenza y Víctor Hugo Marchesini. Fernández cree que "Marcelo es un tipo con mucho afecto para dar. Coincidí en no darle prioridad a ningún medio, pero le aconsejé hacer conferencias en distintos puntos del país . 

Bielsa le da especial atención a cómo fabrica antinomias la prensa. Para no prestarse no responde a opiniones ajenas. El fútbol ha sido históricamente un lugar propicio para dejar crecer opuestos y generar sus enfrentamientos. 

En ese sentido, Fernando Redondo alineó a directores técnicos, periodistas y algunos jugadores. Ser casi el único volante central con más condiciones de distribución que de recuperación, lo erigió en el referente de un grupo que profesa un fútbol que cuesta desplegar desde hace tiempo y que fue tildado de lírico. No fue sólo la cabeza levantada y el borde externo del pie izquierdo para jugar, sino también aquella negativa a Bilardo para integrar la Selección en el '89, que tuvo como razón su rechazo al Narigón y como excusa sus estudios, la que lo situó en "el camino a seguir", formando un bando claramente identificable. 

Julio Ricardo Villa, uno de los que se alistan en ese grupo, criticaba en la revista "Sólo Fútbol", en septiembre de 1999: "Nuestro problema hoy es que nos la pasamos copiando y nos olvidamos de la esencia. Queremos, por momentos, vivir en la Argentina y jugar al fútbol europeo. Yo soy de los que no creen que cualquier jugador puede andar en cualquier sector de la cancha y cualquier andarivel. Bielsa deberá decidirse entre Redondo y Simeone. Según como pretenda jugar, se definirá por alguno de los dos". 

En la revancha ante Brasil (2-4 en Porto Alegre) Redondo jugó por última vez con la camiseta argentina. Primero desistió de jugar la Copa América y luego de un partido amistoso. Bielsa todavía seguía opinando, pese a que no le gusta realizar valoraciones sobre un jugador en particular, que "es un futbolista con condiciones demostradas de ser interpretado como uno de los mejores exponentes del fútbol argentino en esa posición".

El 15 de marzo de 2000, Redondo rechazó la convocatoria para jugar frente a Chile, en la apertura de las Eliminatorias (su tercera negativa a este cuerpo técnico), debido a que no quería alterar su rendimiento por atender dos frentes. Para el entrenador resultó suficiente la causa expuesta. "Su postura de no poder atender los partidos del Seleccionado no fue variada. De haber tenido la imposibilidad sólo por un tiempo, me lo hubiera planteado; estamos hablando de un profesional. Es un tema agotado para mí", manifestó Bielsa un par de meses después, allí sí brindando su parecer. Luego, las operaciones en la rodilla lo alejaron de las canchas y evitaron que el clamor de aquel sector acompañara las decisiones de Marcelo. Sería el tiempo de los pedidos por Juan Román Riquelme, luego Carlos Tévez y varios otros. 

Las lesiones de Fernando Redondo solucionaron lo que hubiera sido una constante entre defensores de él y los de Diego Simeone: que se debatiera en el orden de que elegir a uno equivaliera prácticamente a odiar al otro, tal como sucedió luego con Gabriel Batistuta y Hernán Crespo. El rechazo a estas actitudes, siempre provocadas, es de familia, porque su hermano tiene una opinión interesante: "Las antinomias son propias de países incultos. Esconden la debilidad del análisis. Ocurre que muchos medios han hecho de la antinomia una marca registrada y por eso los escuchan o los leen. Pero en las naciones con una cultura vieja, el pensamiento es mucho más avanzado". Al respecto, en la Argentina se planteó alguna vez la cuestión entre el corrupto y resoluto, o el honesto e incapaz: ¿no podremos apuntar a una mezcla? Desde el puesto de técnico del Seleccionado de fútbol, un cargo cuya toma de decisiones es unipersonal aunque a veces parece supeditada a millones de voces, queda también muy evidente lo imposible que es conseguir la totalidad de criterios a favor. El escritor Orlando Barone lo ejemplificó: "Ni Dios tolera la unanimidad ya que carga con su coro masivo de ateos, herejes y agnósticos. Tampoco el diablo, aunque aspire a lograrla". 

Siempre una fracción alzará su queja. Marcelo lo sabe: "La gente tiene una vinculación muy marcada con el triunfo. Se reclama estilo, pero también que ese estilo le permita el triunfo". Con el equipo punteando cómodamente en el continente, fácilmente podía advertirse algún déficit: "¿Si falta pausa? Se reclama pausa cuando hay ritmo y velocidad. El rasgo del equipo es la aceleración y no la pausa. Pero es muy difícil encontrar equilibrio". 

Los jugadores se molestaron con la crítica, del periodismo y de la gente, por primera vez (sería recurrente luego) en el 2-1 a Brasil por la segunda ronda de la clasificación al Mundial. Crítica en la cual se prestó más atención al flojo primer tiempo que a la gran recuperación en el complemento. Bielsa desarrolló una larga explicación, que contemplaba, según él, la necesidad de analizar teniendo en cuenta al rival, la propuesta de juego de éste, los detalles tácticos, la comparación con otros partidos y concluyendo: "Si me preguntan '¿jugaron bien?', digo 'no, intentamos pero nos fue imposible', pero que jugamos mejor que el rival es indudable". Hizo todo lo posible para que el periodismo entendiera su postura implícita: él quisiera que reclamen considerando que a veces hay que resignar el ideal y que es imposible conformar a todos. 

Le interesa fundamentalmente que quede bien entendido lo que dice y se toma el tiempo necesario para hacerlo. Se valió de casi diez minutos para dar su visión del empate ante Uruguay, en la última fecha de las eliminatorias, cuya última parte se desarrolló bajo un pacto de no agresión para permitir el pasaje de los charrúas a Japón-Corea; recordó cada movimiento de ambos equipos en el campo para convencer de la honestidad y la transparencia, aunque apenas después del encuentro, había calificado de trámite "neutro" a aquel tramo.

En una de las conferencias en el predio de Ezeiza, Bielsa había deslizado que ningún equipo juega regularmente bien en el mundo. La ronda se había tornado interesante, como siempre cuando la temática pasa por sus reflexiones de fútbol, pero dado que ya llevaba más de una hora, varios camarógrafos y periodistas se habían retirado. Martín Cicioli, de la radio Rock & Pop, quiso recalcar en "cómo se juega, algo que no me parece un tema menor", pero Bielsa lo interrumpió: "Mire, sí es un tema menor. Si usted mira la cantidad de gente, se dará cuenta de que sí es un tema menor. Para el medio futbolístico es un tema menor y está expresado en la cantidad de gente". 

El periodista quiso retomar la pregunta y lo volvió a frenar: "Es muy importante puntualizarlo. Si usted tiene diez personas que recorren equis cantidad de temas y cuando llegamos al tema principal, hay dos, evidentemente es porque el tema es menor. Para la concepción grupal". No quiso el técnico rendirse a la posibilidad de no dejar claro su parecer. "Eso no quiere decir que esté bien", le dijo el cronista; "no, de ninguna manera, le quiero decir que es útil hacer esta aclaración", concluyó tratando, como siempre, de apropiarse de la última frase. 

Marcelo Bielsa se sorprende por la cantidad de puntos de vista distintos que genera un tema. Así como es improbable la unanimidad de criterios y la conformidad total, siempre habrá algún motivo de crítica: el eterno "gataflorismo" argentino, potenciado por la exigencia impuesta al "equipo de todos". 

Un día lo definió claramente: "Hay tres mensajes. El primero, el rechazo que genera que un jugador creativo asuma roles momentáneamente defensivos; por ejemplo, Ortega asumiendo alguna posición circunstancial defensiva respecto al lateral rival que le tocaba enfrentar. Otro mensaje es que tienen que jugar todos los mejores, porque Brasil alguna vez jugó con cinco números 10. Y el otro es que a veces el equipo se descompensa defensivamente porque hay mucho ataque. Cuando uno tiene que hacer convivir todo, termina tomando decisiones que afectan alguno de esos tres mensajes. Si un ofensivo asume roles defensivos, no está bien; si un gran jugador queda afuera, no está bien; y si nos descompensamos defensivamente porqué atacamos, no está bien. Bueno, mi decisión siempre va a conspirar contra alguno de todos esos mensajes que se piden". 

Cada convocatoria ha sido el desencadenante más fiel de esta aseveración. Existen gustos de los más variados. Y fundamentalmente, recayendo en la mítica posición de número 10. Antes del Mundial de 1978, César Menotti había afrontado un problema similar, al tener que elegir entre José Daniel Valencia, Julio Villa, Norberto Alonso, Ricardo Bochini y Diego Maradona. 

Bielsa siempre demostró sus preferencias entre Juan Sebastián Verón, Pablo Aimar, Marcelo Gallardo, Juan Román Riquelme y hasta la posibilidad de Andrés D'Alessandro: "Existe una gran cantidad de exponentes muy aptos para esa posición. Pero no pueden jugar más de los que juegan. No pueden estar todos los que quisiéramos. Yo escucho: '¿cómo tal jugador no está entre los mejores 20 jugadores del fútbol argentino?'. Pero uno no puede designar cinco jugadores en un puesto y sólo uno en otra posición para que tengan cabida los que son mejores. Aquel que no es convocado, no quiere decir que no sea reconocido, sino que la idea es conformar un grupo de manera compensada. El que observa de afuera dice 'el equipo está bien defensivamente, pero no juega tal', y cuando juega tal, dice 'sí, de mitad en adelante bien, pero de mitad hacia atrás, mal'. Lo que uno trata es de conseguir algo satisfactorio hasta sabiendo que resigna cosas". 

Si tiene Bielsa un rasgo que lo define es cuando levanta la cabeza. Mira a los periodistas a la cara sólo en determinados momentos. Cuando reconoce la voz de un cronista de su agrado. O cuando lo invaden las suspicacias y quieren avasallarlo. En ese caso lo hace con los ojos bien abiertos, buscando ser claro y a la vez, implacable. 

El alma se revela a través de la cara. René Descartes escribió que "no hay pasión alguna que no sea revelada por un gesto de los ojos". Y esto se potencia en aquellos que tienen una marcada timidez, como es el caso. 

Pocos deben recordar su poca inserción en el público argentino cuando comenzó la gestión en el Seleccionado. Julio Grondona no le extendía ningún signo de ratificación a mediados de 1999. A la vuelta de la Copa América de Paraguay, en una conferencia con gran carga pasional, respondía si la eliminación a manos de Brasil podía derivar en su renuncia, levantando la vista firme y tensa, buscando tal vez alguien que le devolviera la confianza. No había imaginado hasta ese tiempo las presiones que significa dirigir el equipo de todos. La falta de aliados y gente de poder que le transmitieran seguridad, lo hicieron mostrarse tal cual nunca quiere. 

También se lo vio descolocado en la rueda de prensa anterior al partido contra Suecia, el que marcó la eliminación del Mundial. En esa ocasión tuvo cruces con varios periodistas. Cuando Eduardo Castiglione, del diario "Ole", quiso definir los movimientos de los extremos izquierdos del equipo, lo corrigió en tono fuerte: "Yo no dije que Claudio López y Cristian González cumplen la misma función, sino que persiguen el mismo objetivo. Hace tres años y medio que lo vengo explicando". Castiglione le replicó con sorna: "Disculpe que haya sido incapaz de entenderlo". A lo que Marcelo le dijo "no hablé de su incapacidad para entenderme, sino de la mía por hacerme entender". Todo con su habilidad para enrarecer el ambiente, con las estilísticas frases que usa para continuar la disputa que le proponen. Pero enumerando conferencias en las que las presiones pudieron más que él, la más recordada será la del 19 de mayo de 2003. Tuvo tiempo aquel mediodía, en tres horas y 30 minutos, para defenderse de los rumores de un golpe mediático para desplazarlo, tras las declaraciones de Julio Grondona a favor de una vuelta de Carlos Bilardo. 

Se lo vio como nunca. Descubrió su verdadera máscara entre tantas, la del hombre apasionado para defenderse. Enfervorizado, vehemente al máximo, en posición de atacado e intolerante. Volvió a discutir con periodistas y a uno de ellos le dijo "usted es mi enemigo". Les preguntó qué propondrían para limar la relación, dejando en claro igualmente, que no se apartaría del sistema de las conferencias, con su explicación: "Si el precio para armonizar con los intereses de los demás es que yo tengo que hacer diferenciaciones, no las voy a hacer. ¿Por qué no discutimos eso, si está bien o está mal que atienda a todos por igual? Y si está mal, díganlo. Porque hay gente que piensa que está mal, lo que pasa es que no puede sostenerlo. ¿Cómo se defiende aquel que dice que una FM de Salta merece un trato inferior al del medio más poderoso de la capital?". 

Días antes de esa conferencia, Osvaldo Ardiles había renunciado a la dirección técnica de Racing Club, tras la eliminación en la Copa Libertadores. Bielsa tenía algo que expresar: "Existe un mensaje social perverso que dice que el que pierde, se tiene que ir. Me da muchísima tristeza que esto se haya convertido en ley. Ardiles, por ejemplo, un tipo bien intencionado, armó un equipo que mereció ganar pero no ganó, y al otro día renunció. Quiere decir que ganaron ustedes", dijo mirando a los periodistas del salón. Y siguió: "Disculpen que diga 'ustedes' porque sé claramente que hay una porción del periodismo que no interpreta las cosas así. Pero está instalado que el que no gana es un imbécil. No sirve más. A Ardiles lo convencieron de que las normas son las que ustedes dicen que son. El, pese a ser progresista, no peleó contra la norma, la aceptó. En los últimos diez años cambiaron las normas: el contenido no importa más, ni tampoco la calidad de los recursos. El mensaje de urgencia que se ha instalado en la Argentina es que todo tiene que ser inmediato". 

Dejó planteada una controversia con la que lucha interiormente. Porque de la misma manera que Ardiles se fue por los resultados asumiendo ser el responsable, él aceptó antes del Mundial que no ganarlo sería un fracaso. Por un lado, piensa que el camino es más importante que la meta en sí; asimismo, permite que el mensaje que se instaló en la sociedad prevalezca sobre el suyo.

miércoles, 11 de abril de 2012

BIOGRAFÍA DE BIELSA (13)


'LO SUFICIENTEMENTE LOCO', UNA BIOGRAFÍA DE MARCELO BIELSA (13)





SU VIDA 


... "CUANDO SOS TAN PERFECCIONISTA, VAS PERDIENDO LO HUMANO"


"Nunca somos la misma persona para diferentes interlocutores. Siempre llevamos una máscara, una máscara que cambia para cada uno de los papeles que tenemos asignados en la vida". Esta reflexión de Ernesto Sábato apunta a que no somos lo que creemos ser, sino lo que los demás piensan que somos. Y que nos comportamos diferente según las circunstancias o las relaciones. De esta manera, Marcelo Bielsa desarrolla sus múltiples máscaras: se adapta a los temas profundos que se abren en las rondas de familia, llamará de por vida "amigos" a los suyos pese a verlos esporádicamente, piensa que sólo debe tratar a los jugadores mediante el fútbol y no tiene el mínimo interés en que lo conozcan sus desconocidos.

Como en el teatro la tragedia y la comedia, sus dos caras son la seriedad con la que se muestra en público y su risa fácil rodeado de sus íntimos. Sólo estos conocen su carácter extrovertido, bromista y expansivo, salvo en aquellos momentos de sufrimiento, o sea, antes de un partido o después de una derrota.

También en el trabajo presenta dos aristas: el profesionalismo y la pasión, aspectos que logra hacer cohabitar pese a los prejuicios acerca de que es imposible.

Un día lograron que se definiera: fueron los periodistas del diario "As", que le pidieron que se presentara a la afición cuando llegó a Barcelona. "Soy sinónimo de ilusión, eso es", disparó tras pensarlo.

Para ser amigo de él hay que saber guardar distancia. Carlos Altieri es uno de los pocos (casi el único) que frecuenta; la amistad se dio desde el fútbol hacia la vida, y obviamente desde Newell's. Fanático como Marcelo, se empleó como delegado del club en la Asociación Rosarina de Fútbol; cuando Bielsa empezó a dirigir en inferiores, ya era vicepresidente de la entidad, cuyos torneos empezaron a jugarse, durante tres años, a medida de las preferencias del Loco.

Altieri lo conoce bien: "Está siempre en movimiento. Piensa a 200 por hora. Tiene en mente cada una de las cosas que lo preocupan y las tiene todas a la vez, desde una lesión de un jugador hasta un impuesto que tiene que ir a pagar".

Detrás de un ex deportista que no tiene ni la postura ni el andar de tal; del apodado "Don Carmelo Batata" por su hermano; de alguien que descarta los trajes y se envuelve en ropa deportiva, sea cual sea su tarea; del que siente debilidad por los ravioles, el puchero y los postres, aunque se preocupa por su silueta (de hecho suele internarse en un centro de salud de Entre Ríos). Detrás de un ciudadano que descree de los políticos y no habla de esos temas con casi nadie (le decía a su hermano que él junto a sus compañeros peronistas revolucionarios eran todos subversivos); de quien podría ser enrolado políticamente en centro izquierda, progresista; de un hombre que se rebela con la injusticia y la inmoralidad; detrás de todas esas facetas, existe un hombre que puede recluirse semanas en el campo de su suegro, en la localidad de Alcorta (provincia de Santa Fe), sin otra unión social que aquella con su mujer, sus hijas Inés (nació a fines de 1989) y Mercedes (de enero del 92), y un casero que no sabe nada de fútbol. Sin más que ocuparse del campo, mirar videos de fútbol y salir a trotar.

Y además, Bielsa es un ser casi consumido por la vocación, por los detalles, por querer tener una respuesta a cada inquietud, como dice su gran amigo: "Yo difiero con él en todo. Él es muy perfeccionista, yo dejo que todo se dé como se tenga que dar. Para mí, la prioridad es lo humano y cuando sos tan perfeccionista como él, vas perdiendo lo humano. Él tiene esa característica que hace que yo no crea que es realmente feliz. Es el costo del triunfo de su vida. Digo esto con lo difícil que es hablar del disfrute de cada uno, porque la felicidad de uno no es la misma del otro. Él tiene tantas cosas buenas para disfrutar... Pero no lo hace a propósito, ya está metido en él".

Sólo haber trabajado cinco años en México, que moderaron su forma verborrágica de exteriorizarse, pudieron desterrarle la idea que tenía sobre perder y que definía hace más de una década: "¿Usted sabe que yo me "muero" después de cada derrota? La semana siguiente es un infierno. No puedo jugar con mi hija, no puedo ir a comer con mis amigos. Es como si no mereciera esas alegrías cotidianas. Me siento inhabilitado para la felicidad

por siete días". Pocas veces se mostró tan terrenal como en una charla brindada a un grupo de alumnos del colegio donde estudió. "En el fracaso", les contó, "sufro mucho la injusticia del trato, no logré nunca dominar eso. Siempre sufro mucho cuando perdemos y cuando soy maltratado, pero sí logré no creerme la duración del éxito. Como no se revisa por qué ganaste, como te adulan por haber ganado, no porque mereciste ganar o por el recurso por el que ganaste, entonces tuve claro siempre que esa franela, ése es el término, es impostora".

Eduardo Bermúdez, uno de sus primeros técnicos, se suma: "La última vez que hablamos le pregunté cuándo va a largar. El no es como la mayoría de los técnicos, él termina el entrenamiento y empieza el trabajo duro. Cuando puedo le recomiendo que largue la profesión, que empiece a dar charlas. No puede seguir cargando con esta presión. En cualquier momento se va a infartar. Lo que lo hace distinto, su gran obsesión, también es lo que le resta felicidad".

El día anterior a su primer clásico como técnico, su hermano vivió una anécdota que pese a sonar repetida, nunca dejará de sorprender: "Llegué a la concentración del Liceo de Funes, pregunté en qué pieza estaba mi hermano, entré y lo vi tirado en la cama, cuan largo era. Sin mirarme, me preguntó '¿te acordás del negro Cali? ¿El que se fue a vivir a Nuevo México, a Estados Unidos, y cada dos o tres años se cortaba un dedo para cobrar el seguro de accidente de trabajo? Bueno, tengo ganas de hacer una promesa: si le hacemos cinco goles a Central, me corto este dedo'. Y me mostró el índice de su mano derecha. Le vi tanta ferocidad en los ojos, tanta soledad, tanta deliberación, que di un paso hacia él, aprontándome para restañar la sangre inminente. Con el 4-3 puesto, lo vi recién el sábado siguiente y no me atreví a mirarle la mano; aunque al fin y al cabo, cinco goles, lo que se dice cinco, no les habíamos hecho, así que tomé coraje y allí estaba la mano derecha, completa, con los cinco dedos, invicta". Sólo en el fútbol no usa una máscara de circunstancia, el único espacio donde se muestra tal como es y donde evidentemente no es un improvisado. Daniel Carmona trabajó con él desde las inferiores y dice que "llevaba diez años preparándose para llegar a primera división. En sus clásicos cuadernos Arte, tenía la biografía de cada jugador del fútbol argentino. No sé de dónde sacaba la información, pero lo tenía todo". Antes ya filmaba los partidos de Newell's desde la platea, en la época en que tener una cámara era cuestión de elegidos.

Siempre se las ingenió para conseguir imágenes de equipos de todas partes del mundo. En 1976, su amigo Roberto di Nóbile le enviaba compactos del fútbol español desde Madrid. Luego, a través de jugadores que habían emigrado a Europa, como Roberto Sensini. Y con el tiempo, gracias a conocidos y relaciones que tejió en muchos países. El mismo hoy paga muchos de esos videos que le llegan con fútbol de todo el mundo.

Marcelo se comportaba como técnico mucho tiempo antes de hacer el curso en Granadero Baigorria. Incluso, su frustración como jugador profesional fue un punto de inflexión en su visión de este deporte. Haber sido un jugador de buena técnica pero lento, lo hizo recapacitar acerca de la constante movilidad necesaria para jugar. Le gusta jugar con líbero, cuando él, siendo zaguero central, lo hacía en zona porque su contextura física le impedía girar con facilidad. El poder de esfuerzo para entrenarse le dio a pensar la importancia de tener que estar preparado físicamente casi hasta el límite.

Jorge Griffa dice que "no tenía las características de un gran jugador, pero sí tenía los conceptos del gran jugador". Un futbolista del montón recapacita qué tendría que haber hecho después, quizás al día siguiente; al distinto se le ocurre antes de lajugada.

Debutó en la primera de Newell's el 29 de febrero de 1976, en la 4a jornada del Metropolitano, 1-2 ante River en Rosario. No pudo tapar a Ártico cuando éste empató el partido y vio cómo Sabella lo esquivaba antes de tocar a Crespo, que definió y lo dio vuelta; así y todo, Juvenal lo calificó con 6 puntos. El equipo formó con Bargas; Aguerópolis, Bielsa, Capurro, Ortiz; Gallego (luego Ribeca), Berta (Picerni), Mario Zanabria; Robles, Palacios, Rocha. Volvió a jugar la semana siguiente en el 1-1 con San Lorenzo en Buenos Aires y recién lo hizo nuevamente el 14 de diciembre, simplemente porque Newell's, para jugar por la última

fecha del Nacional, contra Talleres (perdió 3-1) en Córdoba, presentó técnico (Roberto Jesús Puppo) y equipo alternativos (Bargas; Delpóntigo, Bielsa, Jara, Aguerópolis; Ribeca, Bulleri, Roque Raúl Alfaro; Danguise, luego Rodríguez, Irigoyen, Costa, más tarde Cicapolli).

Su paso por Instituto, al año siguiente, casi nadie lo tiene en cuenta, porque jugó en el campeonato de la liga local y porque en pleno transcurso, debió volver porque su hermano había sido secuestrado por la dictadura militar que ya imperaba en el país. El 16 de julio de 1978, jugó su último partido en Newell's (ingresó en reemplazo de Capurro), que fue su única victoria: 3-1 ante Gimnasia en La Plata, en un equipo que ya dirigía Miguel Ángel Juárez.

La excelencia inculcada por su madre, el mensaje antimediocridad, lo llevó a retirarse cuando entendió que si a los 23 años, su presente demandaba jugar en Argentino de Rosario, en Primera C, debía prorrogar sus sueños de fútbol.

Marcelo le confía a sus amigos, desde joven, que la influencia de su mamá fue fundamental. La máxima que en su niñez oyó hasta el cansancio, "nunca te guardes el último esfuerzo", hoy la reproduce. Su hermano Rafael Antonio, dos años mayor, dice ser igual de ordenado con la documentación y en la persecución de una meta personal. Y también se refiere a su madre, quien se encargó de criarlos, como gran causa: "Siempre fue muy rigurosa, imponiendo sacrificio. Para ella las cosas se deben obtener después de un trabajo muy largo; si no, no sabremos cómo perseverar para conservarlo. Los tres, mi hermana menor también, heredamos esa obsesión".

Lida Silvia Rosa Caldera se llama esa señora, que fue una recta profesora de historia con una presencia que hacía temblar a las alumnas del Misericordia. Una presencia que generó que sus hijos se sintieran más cómodos siempre asumiendo riesgos.

Lida es quien le aclaró a su hijo Marcelo que debía estudiar o trabajar, tras el fracaso en el curso de ingreso a Agronomía (10 en Matemáticas y 3 en Castellano, con lo que no le dio el 7 de promedio). El resultado fue su fuga a la pensión de Newell's para jugar al fútbol, la desesperación nocturna de Lida y la consecuente búsqueda por parte de su padre. Marcelo también heredó de ella una forma de llamar diciendo "venga, venga".

Su hermana se llama María Eugenia; de chica (es tres años menor), Rafael y Marcelo la sobornaban para que se quedara tocando el piano, mientras su madre, al tiempo que corregía la tarea de sus alumnos, pensaba que eran los varones, y ellos salían por la ventana con la pelota.

Todos estudiaron largas carreras; Eugenia es arquitecta y fue vicegobernadora de la provincia de Santa Fe. Marcelo le contaba a uno de sus compañeros del profesorado de educación física, "en mi casa estoy rodeado de una cultura impresionante, no te imaginas el nivel de charlas, el más bajo soy yo". El técnico de fútbol de la familia conoció a su esposa, Laura Bracalenti (con quien se casó en 1987), cuando su hermana la invitó a estudiar a la casa.

Las actuaciones del Seleccionado las toman cada uno con su estilo. El padre con indiferencia, la madre con preocupación por tratarse de su hijo, la hermana con una atención relativa porque no le interesa el fútbol pero sí su hermano, y el hermano, con fanatismo, hasta con un conjunto de ritos cabalísticos.

El papá, Rafael Pedro, Bielsa y abogado como manda el designio, dejaba una confidencia en 1998, en "El Gráfico": "Nunca vi jugar o dirigir a Marcelo no porque no me guste el fútbol, sino porque soy hincha de Central. Y además a mí me gustaba el fútbol de antes, sin tanta marca y presión. Discutimos con él esto siempre que viene a casa. Él coincide, pero dice que debe preparar sus equipos para ganar partidos".

Rafael padre, un convencido de que "la salvación de los pueblos es la cultura", usa un criterio personal para evitar hablar de la ocupación de Marcelo, con la misma capacidad de incomodar de su hijo: "Para mí en el fútbol debe haber diez Maradona. Este fútbol no lo entiendo y no puedo hablar con él".

Los tres hijos reconocen que no fue fácil crecer en la familia. Rafael escribió en "Clarín" que "aun cuando conociéramos las claves, el trabajo era agotador. Era forzoso leer continuamente, tener algo con sentido para decir, ser rápido y filoso en las respuestas, despreciar los bienes materiales, menospreciar las tentaciones, apreciar las normas del clan". Alguien que quiere mucho a Marcelo y que lo frecuentó en estos cuatro últimos años, también utilizó el término "clan" para definir a la familia, a la cual el Loco le está muy agradecido.

Marcelo, que padeció el rigor al punto de considerarlo casi traumático, arrastra su forma de ser de los preceptos que enumeraba su hermano, sobre todo del desdén al dinero (muchas veces ayudó a sus amigos necesitados).

Bielsa vive dando razones. En definitiva, porque él medita la razón de cada paso que da. Estimulado en su pragmatismo, actuando siempre en función de un proyecto, de su visión. A los jugadores no los convence haciendo participar de las ideas, sino exponiendo y fundamentando su conocimiento. Aunque a veces, también es inseguro. Por ejemplo, a un futbolista puede preguntarle varias veces antes de un partido si está seguro de que va a poder correr 30 metros a un rival. Sólo en la planificación total navega en la certeza.

Daniel Carmona, uno de sus ayudantes en su época de técnico de Newell's, fue un fiel testigo de los cambios de Marcelo, que llegaba a retarlo muy fuerte, pero recapacitaba al día siguiente y le pedía perdón.

El periodista Miguel Tití Fernández rescata una anécdota del mismo estilo: "Viajamos en el mismo vuelo a la Copa América del 99. En el aeropuerto de Asunción, me anotó un número de teléfono y me lo dio. Es para el amigo, no para el periodista', me dijo. Después de perder contra Colombia, el día de los tres penales errados por Palermo, un momento muy duro para Marcelo, lo llamé porque creí que era el momento. Me contestó bien seco: 'Discúlpame, pero a mis muertos los velo yo solo'. Me puse loco, lo hubiera cagado a trompadas. A la mañana siguiente, suena mi celular: era Marcelo, que estaba viendo el partido grabado, y me llamaba para pedirme disculpas".

Cuando tenía 25 años, Bielsa alquilaba casas y las habilitaba como pensiones. Su padre dice que por la obsesión que tenía por leer, cuando pudo se compró un kiosco de diarios en Rosario, del cual hacía él mismo el reparto.

Le da pánico viajar en avión, donde ni siquiera puede dormirse. Aunque apenas baja de la nave, adquiere cuanto material periodístico deportivo se le cruza. Le llegan diariamente cinco publicaciones de todo el mundo y por Internet se encarga de acceder a por lo menos una decena más. Es asiduo lector del diario español "El País". Cuando dirigió al Espanyol, aceptó gustoso una invitación para comer en la redacción de la revista "Don Balón", donde preguntó hasta acerca del proceso de confección. Recibido de profesor de educación física, a principios de la década del '80, se radicó en Capital Federal, en un ambiente en el T piso de Córdoba y Maipú, una zona plagada de oficinas. Y gracias a los contactos de su hermano en la función pública, fue el entrenador de la selección de la Universidad de Buenos Aires, en lo que fue su primera experiencia como DT. Aldo Forti, uno de los arqueros de aquel selectivo, conmemora que "su llegada fue todo un shock. Antes teníamos un técnico que vivía en pedo, siempre estaba con la nariz colorada; hacíamos una gira por el interior y no sabía dónde ni a qué hora jugábamos. Llegó Marcelo y apenas puso un pie, mostró su forma de ser, todo derechito, tratando a todos de usted, con sus conos, banderas y cronómetro para entrenar". Ni siquiera disponían de luz, por lo que como los entrenamientos eran nocturnos, no podían realizar trabajos tácticos.

Miguel Caloni era otro de los sorprendidos por una nueva manera de practicar, pese a que casi no tenían contra quién jugar: "Bielsa pudo organizar un par de amistosos: empatamos 0-0 con la tercera de Boca y perdimos 3-1 contra la de Argentinos donde jugaba Borghi... Me acuerdo que era muy impulsivo; un día, jugando contra los graduados, un rival que había jugado de 9 en San Lorenzo, llamado Vilar, le pegó un codazo a uno de nosotros, y Bielsa quiso entrar a pegarle. Lo tuvimos que parar entre todos, no le importaba que el tipo había ido con la esposa y con la hija. Nos daba gracia además, algunos términos que usaba, que quizá los arrastraba de Rosario. Aquel día, por ejemplo, decía 'lo voy a agarrar a puñetes'".

Es de actuar asombrando a todos y cambia cíclicamente, típico, según dicen, de su signo cáncer.

Su hermano Rafael, uno de los pocos que siempre lo apoyaron y llegó a compartir su sueldo para que desarrollara su sueño, se desempeñó en cargos estatales desde la adolescencia: en 1974, a los 20 años, ya trabajaba como auxiliar en la Fiscalía Nº 2 de los Tribunales Federales de Rosario. Hasta la renuncia de Fernando de la Rúa a la Presidencia, había sido el síndico general de la Nación, una función muy expuesta, desde la cual fue víctima de un plan de amenazas diseñado, según él, por profesionales (llegaron a tirar una bomba en el estudio jurídico del padre). Luego fue el Canciller de la Nación.

Años antes, por ejemplo, había sido designado experto de las Naciones Unidas en la Misión para la Verificación de los Derechos Humanos en Guatemala y asesor de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador; en el '92, renunció a la Dirección de Gestión y Resultados de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. También jugó al fútbol, como "clásico volante tapón", hasta la tercera de Newell's.

Sin embargo lo que más lo marcó fue haber vivido en persona la serie de torturas, amenazas y denigraciones que el último gobierno militar desparramó en la República Argentina, tras su secuestro y reclusión en un descampado de la localidad de Funes. Recuerda el Mundial de 1978 "sin ninguna connotación de alegría". Y alguna vez escribió un texto emocionante llamado "Esos años sin par". Allí se refirió a su traumática década del '70: "Si hay una certeza en los que pasaron por el secuestro, la tortura y el exilio, es que en la mayoría de los casos ni la lógica militante ni la ideología ayudan a tolerar dichos trances con dignidad. Es la dureza anímica circunstancial, la pasión, lo que prevalece. (...) Los frutos de esta democracia son una prolongación de las tortuosas raíces de los '70. (...) Muchos de nosotros, como mi amigo Rodolfo Galimberti, fuimos insurgentes, no insurrectos. En aquel sentido, una eficaz herramienta para dañar planificada-mente al enemigo de entonces. (...) Vivir los '70 fue lo más trascendente que me pasó en la vida. Me gustaría volver a vivir el primer tercio de los '70, si pudiera tener los mismos 20 años que tenía. Es el sitio donde comencé a formularme una cantidad de preguntas importantes, sin haber obtenido respuesta suficiente. (...) Si no nos hubiera importado tan poco nuestra sangre, ¿nos habría interesado de un modo diferente la ajena?".

BIOGRAFÍA DE BIELSA (12)


'LO SUFICIENTEMENTE LOCO', UNA BIOGRAFÍA DE MARCELO BIELSA (12)





PERSONAJES 


BIANCHI, RIQUELME, MENOTTI, VALDANO, GRIFFA, BATISTUTA, ORTEGA
 


Carlos Bianchi juega un papel trascendental en la contemporaneidad de Marcelo Bielsa. Sólo el desprecio a confrontar de ambos, ser enemigos de las antinomias, han imposibilitado una versión actualizada del duelo entre Carlos Bilardo y César Menotti. Estos dos personajes redujeron las décadas del '70 y del '80, en el debate futbolístico, a pertenecer a una u otra columna. En cambio, Bianchi y Bielsa fueron marcados como referentes bien distintos, pero nunca se enfrentaron debido a no responder a declaraciones de otros, no imaginarse públicamente en puestos ajenos y nunca separarse del perfil bajo. No obstante, y más allá de no quererlo, alimentaron su prestigio teniendo un colega a vencer. 

El comienzo de sus carreras es notablemente parecido. Son de la misma generación (Bianchi es seis años mayor), debutaron como entrenadores en la misma época (Bielsa en 1990, sólo tres temporadas antes que su colega), fueron novatos campeones y fracasaron en Europa (en el Espanyol Bielsa y en la Roma, Bianchi).

La final de la Copa Libertadores de América fue el gran dolor de Marcelo y 24 meses después, el gran despegue de la carrera de Bianchi: ambas fueron frente al San Pablo, en el estadio Morumbí y por penales. Cuando habían alcanzado la gloria con sus respectivos equipos de jóvenes (Newell's uno, Vélez otro), los diferenció que al Virrey lo catapultó una campaña espectacular en Boca, en tanto el Loco bajó su renombre por irse a trabajar a México. 

Las comparaciones tuvieron un pico cuando Bielsa llegó a Vélez, que había sido multiganador con Bianchi, un técnico de la casa que supo manejar a un grupo famélico de títulos. Los jugadores históricos se quejaron cuando en su primer torneo en el club de Liniers, Marcelo dijo que se despedían de la lucha por el campeonato tras empatar con River, cuando su antecesor, mientras los dirigía tres certámenes antes, había bajado el pesimismo después de una derrota ante Boca y terminaron dando la vuelta olímpica. 

Ambos luego fueron candidatos para dirigir a Boca: el recordado Juan Carlos Lorenzo recomendó a Marcelo, que ya había viajado a Barcelona para asumir en Espanyol. En ese momento, a días del Mundial de Francia '98, Bianchi fue el primer técnico en el que pensó Julio Grondona para suceder a Daniel Passarella en el Seleccionado argentino. 

Los éxitos inmediatos de Bianchi en Boca (cantidad de títulos que se renueva anualmente), contra la poca aceptación que tenían los primeros días de la gestión del Loco en el Seleccionado, influenciaban profundamente en la opinión popular. No faltaron aquellos que reflexionaban con que la demora en la firma de la renovación del contrato de Bianchi, en junio de 1999, tenía que ver con la especulación de lo que sucedía en el equipo nacional, donde Bielsa estaba a prueba. 

El cómodo liderazgo en las eliminatorias, con evidente superioridad incluida, no fue suficiente para evitar que en el 2001 el Virrey fuera elegido en la prestigiosa encuesta del diario montevideano "El País", apoyada por la Confederación Sudamericana de Fútbol, por segundo año consecutivo, como el mejor entrenador del continente, relegando a Bielsa al segundo lugar. 

A fines de 2002, ambos se cruzaron un par de dardos elípticos, cuando Bielsa dejó entrever que el primer Boca de Bianchi era un equipo mezquino, y al poco tiempo, éste declaró que le habían ofrecido la dirección técnica de la Selección en 1998 (cuando asumió Bielsa) y que no aceptó por no estar de acuerdo con Julio Grondona. 

El duelo estuvo cerca de revivirse, implícitamente, cuando quedaron cerca de disputarse la jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires Rafael Bielsa (fuera de la candidatura por su anterior asunción como Ministro de Relaciones Exteriores de la Nación) y Mauricio Macri, quien limpió su imagen presidiendo a Boca en el momento más glorioso de la historia, justamente gracias al orden que le dio Carlos Bianchi en el orden futbolístico. 

Bielsa convocó pocos jugadores de Boca, midiendo los resultados a nivel nacional e internacional. Varios futbolistas de ese club fueron a la Copa América de 1999 (Riquelme, Cagna, Delgado, Barros Schelotto) y luego, prácticamente no volvieron a ser convocados. Guillermo Barros Schelotto declaró cuando Marcelo comenzó su segunda gestión en el Seleccionado que "ya no tengo demasiadas expectativas de la Selección. Es más fácil ser convocado jugando en el exterior". 

Desinteresados de las polémicas, Bielsa y Bianchi demostraron que el camino al éxito no es único. Menos en el fútbol, donde un técnico puede ser ganador auscultándose en la teoría de esta actividad, mirando constantemente videos para explicarles las correcciones a sus jugadores, desapareciendo de los entrenamientos y siendo verborrágico cada minuto de partido (como lo es Bielsa); como así también, rescatando la parte práctica de este deporte, hablando desde las experiencias personales, organizando asados con el plantel y evitando la visión del fútbol como algo definitivo (como actúa Bianchi). 

Además de la superioridad en títulos, una diferencia a favor de Bianchi fue el usufructo del talento de Juan Román Riquelme. Se mostró dispuesto a mantenerlo más allá del nivel que mostrara, se interesó por su vida fuera de la cancha y hasta hizo diferencias cuando armó la manera de jugar de Boca, con Riquelme despreocupándose totalmente de los adversarios y sus compañeros trabajando para darle el balón. Justamente tres aspectos que no tolera Bielsa, quien utiliza a los de mejor actualidad más allá de los nombres, nunca se interesa por cuestiones extra futbolísticas del jugador y ubica para cada dirigido una pieza a marcar del equipo contrario. 

Bielsa no lo convocó al Mundial porque siempre prefirió a otros; lo avisó entrelíneas meses antes: "Hay cuatro o cinco jugadores que merecen un lugar y no van a estar en la lista final". 

Así como Marcelo aclaró tácitamente con Bianchi la relación entre ambos y nunca se mencionaron, tampoco se refiere a sus antagonistas, que son aquellos que le critican la sistematización del fútbol y sus jugadas armadas en un cuaderno para ser ejecutadas en el campo. Están personificados obviamente en César Luis Menotti, quien siempre le reconoció ser "de los pocos con los que se puede discutir de fútbol sin intencionalidad, por pura ideología. Yo a él lo respeto porque creo que es un gran profesional, pero en lo futbolístico guardo profundas discrepancias". Para Bielsa primero está la táctica y luego los nombres; declara que siempre un centrodelantero y un enganche deben estar en los conjuntos, y llegó a improvisar extremos derechos o izquierdos pese a no tener jugadores con esas características. Para Menotti es un error no nombrar los puestos sin nombre y apellido. En la época del Mundial, sobre todo le criticaban, él y su bando, la tan marcada verticalidad de sus equipos, la falta de pausa. Y obviamente, propensos a movilizar a los futbolistas desde lo anímico, desterraban la idea de no relacionarse con ellos. El Flaco, apenas quedó eliminada la Argentina, dijo que esta Selección nunca había jugado bien. 

Uno de los que siguen la línea de Menotti es un amigo de Marcelo desde años: Jorge Alberto Valdano, con quien se conocieron a los 15 años jugando en las inferiores de Newells y armaron lo que puede llamarse una unión en el disenso. "Lo conozco desde los 15 años. El nuestro es un civilizado desacuerdo. Cada uno expone enérgicamente sus ideas y luego terminamos resignando", piensa Valdano, acerca del cambio de ideas sobre fútbol que se cruzan hasta entrada la madrugada. 

El hoy director deportivo del Real Madrid un día lo definió casi poéticamente: "Bielsa es de esos tipos que se destacan en el paisaje". Cuando lo carga, el Loco recurre a decirle que "vos sos verso y el fútbol quiere resultados". 

Cada uno con su estilo, difieren en conceptos futbolísticos, pero no en aquellos de la conducción. Bielsa postula que "la conducción es fundamentalmente convencer"; Valdano piensa lo mismo, pero con sus palabras: "Un líder es, ante todo, un seductor. Y seducir es convencer". 

Tras su retiro Valdano se preocupó acerca del reclutamiento de grupos de trabajo. Con ese fin escribió "Liderazgo. El libro que da las claves para formar equipos en la empresa y el deporte"; para el cual entrevistó a empresarios españoles, académicos, un par de futbolistas (Raúl y Josep Guardiola) y a siete directores técnicos, entre ellos a Marcelo. 

Bielsa y Valdano tienen una profunda vocación por el deporte, que con el tiempo llevó a uno a la dirección técnica de una de las selecciones potencias del mundo y al otro a un cargo decisivo en el club más prestigioso del globo. Un rosarino que portaba un apellido casi aristocrático en la ciudad y un campesino de un pueblo de Santa Fe llamado Las Parejas. 

Dos casos de los más disímiles cuando llegaron a probarse en las juveniles de Newell's, que obviamente pasaron en su formación por los consejos de Jorge Griffa: "En el fútbol juvenil tuve los ejemplos más diversos: a Moriconi que se hizo cura, a Quinto Pagés que se recibió de médico, a Zamora que vendía flores. Entre muchos chicos que dieron una buena respuesta en el fútbol y en la vida, Marcelo y Valdano son dos grandes hitos. Provenían de puntos opuestos, pero coincidían en una plena inteligencia para desarrollarla en el fútbol". 

Griffa, quien dirigió el fútbol amateur de Newell's desde 1973 hasta 1996, caminó constantemente a la par en la carrera de Marcelo. Hoy no tiene problema en hacer diferencias: "Marcelo es mi alumno predilecto, sin dudas. El lo sabe. Lo conocí apenas empecé con los juveniles. Yo quería cambiar la mentalidad de la generación que venía. El tenía 17 años y en nuestro primer contacto directo, me preguntó si estaba loco por haber preferido volver de Europa para trabajar aquí". 

En 1974 la AFA armó una lista de 20 jugadores para participar en el Sudamericano Juvenil de Chile, de los cuales 15 debieron retornar porque superaban el límite de edad. Newell's, que comenzaba a armar su estructura, envió los reemplazos y hasta allí fue Bielsa. Ni siquiera fue suplente, pero todavía guarda la camiseta que Alberto Tarantini le regaló por su solidaridad con el grupo. La historia fue similar dos años después. César Menotti ya dirigía la Selección mayor y pese a que su exigencia de que los equipos nacionales fueran prioridad había encontrado eco entre los dirigentes, debió pedirle a su amigo Jorge Griffa, si podía utilizar el plantel entero de la reserva campeona de Newell's, en el Torneo Preolímpico de Recife, Brasil.

Una editorial de "El Gráfico" del 4 de febrero de aquel año alertaba: "La AFA y el cuerpo técnico se habían puesto de acuerdo para que la ilusión, tantas veces trunca, tuviera por fin, razones para encenderse. Pero el comienzo de este año devolvió viejos vicios, alentó a los eternos pesimistas. El primer antecedente importante, aunque parezca minúsculo, fue el vacilante tratamiento que tuvo el Preolímpico; concluyó enviándose a una delegación improvisada, que con dignidad superó el compromiso". 

Finalizaron terceros, detrás de Brasil y Uruguay. Sobresalía el mediocampo, con Ricardo Giusti, Enzo Bulleri, quien relegaba nada menos que a Américo Gallego, y Roque Alfaro, y también el primer zaguero central: Marcelo Bielsa, quien guarda todavía de aquel certamen los diarios brasileños donde lo ubicaban en el equipo ideal. "Me acuerdo de que compartía la zaga con Edinho, que después triunfó en la selección de Brasil. Qué falta de respeto...". 

Griffa fue una referencia permanente en su carrera. Lo dirigió cuando jugaba en inferiores y afirmaron el contacto cuando Bielsa se retiró. Ya recibido de profesor de educación física y de técnico, el Loco acudió a él para decirle que quería dedicarse a su vocación: "Yo quiero estar a su lado para crecer", le manifestó. Luego Griffa lo iría ascendiendo mientras dirigía inferiores y le encomendaría recorrer el país para reclutar el mejor material de jugadores. 

Fue quien esperó el momento justo para recomendarlo para la Primera División: quería que aprendiera de la etapa de la formación de los futbolistas y que moderara su ansiedad. El valor que adquirió Griffa en su vida, queda demostrado en la elección de líderes por parte de Marcelo, que lo junta a aquél con Ernesto Guevara y Mahatma Gandhi. 

En 1992, cuando después de dos títulos nacionales y una final continental en dos años, Bielsa se marchó tempestuosamente entendiendo que se había roto la relación con los jugadores, el cordón con su maestro se cortó por primera vez. "Creía que debía seguir en Newell's para seguir armando lo que habíamos pensado. Me enojé. Aunque yo tengo el derecho de disgustarme con él porque lo considero un hijo. Y un padre con su hijo, ya sea en la vida como en el fútbol, no pueden tardar mucho tiempo en reencontrarse", recuerda hoy Griffa. 

Antes y después de ese distanciamiento, continuaron las charlas cuyo hilo conductor es el fútbol. Cada lunes analizaban el partido del día anterior y siempre encontraban el momento para referirse a jugadores en particular, entre los pibes que asomaban o los que llegaban ilusionados a Rosario. Entre ellos, aquel gordo que más de quince años después, consagrado como el máximo goleador histórico de la Selección Nacional, aceptaba que de chico lo apodaban "elefante" porque aducían que tenía los pies redondos: Gabriel Batistuta. 

Bati comenzó confundiendo a Bielsa, tanto que le preguntaba a Griffa qué le había visto cuando lo había fichado al verlo en un representativo de Reconquista, su ciudad. Griffa seguía firme: "Le contestaba '¿no te das cuenta de que es un tremendo goleador?'. El lo quería, pero no encontraba la visión del futuro sobre Gabriel que tenía yo. Ojo que yo tampoco pensé que llegaría tan lejos...". De cada jugador exitoso invariablemente surgen varios hombres que se adjudican su descubrimiento. Bielsa no es precisamente un descubridor; de hecho, cuando recorrió la república, su principal objetivo no fue seleccionar potenciales jugadores, sino fijar puntos de referencia mediante corresponsales. Pero sí es un gran formador, desde su primario interés por la educación física, la constante corrección de movimientos y la empírica manera de pulirlos. Batistuta lo asegura, en su libro "lo Batigol racconto Batistuta": "Bielsa fue mi primer verdadero entrenador. Fue el director técnico más importante en mi formación. Me promovió a la reserva, después de esperarme con paciencia porque mis compañeros estaban mejor en la parte física y yo siempre estaba retrasado". 

Un sinfín de anécdotas derivan de aquella espera al gran goleador, porque el delantero a pura potencia que conocemos, de chico tenía una debilidad: los alfajores. Con su particular léxico, Bielsa lo recuerda "gordón". Su hermano Rafael dedicó casi un capítulo del libro que escribió sobre sus vivencias como hincha de Newell's: "Marcelo iba a los entrenamientos en un Citroen terracota, y en el semáforo de Godoy y Mendoza, se cruzaba con unos chicos que le vendían alfajores Fantoche. No había terminado de bajar del auto cuando ya lo tenía a Bati pegado al vidrio del auto, listo para manotear algo. Por lo que respecta al arco, los años han transformado aquella gula en ferocidad vigente". Gabriel lo reconoce: "Marcelo me hizo adelgazar y cuando terminé la dieta, me llevó a mi habitación, debajo de la tribuna del estadio de Newell's, y me regaló una caja de alfajores". 

Batistuta era parte de la carnada, junto a Gamboa, Berizzo, Franco, Lunari y Raggio, más Pochettino y Ruffini, un par de años más chicos, que subía divisiones de la mano de Bielsa y que todavía en reserva, se juramentaron continuar ese ascenso en primera con un título. Bati pasó a River Plater, pero con el compromiso de su representante Settimio Aloisio de que volvería si no funcionaba. No obstante apareció una oferta de Boca Juniors y aquél se negó a reencontrarse con quien fuera su educador, que asumía en la Primera de Newell's. Marcelo realmente se disgustó, ya que idealiza a veces un mundo donde las obligaciones queden explícitas con las palabras y no con las firmas. 

Recién recompusieron la relación en contextos totalmente distintos: en Amsterdam, antes del amistoso frente a Holanda en marzo de 1999, en lo que fue la segunda convocatoria del Seleccionado. Desde allí, más allá de que dijera que la única ventaja que tenía con Bielsa en el Seleccionado es que "me gusta como trabaja", conocer al entrenador lo ayudó a sentirse titular, pese al bajón en el 2002, contra el descrédito de varios de sus compañeros y luego de una relación de desprecio del anterior técnico, Daniel Passarella. 

Así como Bielsa tuvo en Gabriel Batistuta su jugador emblemático, el de Passarella indudablemente había sido Ariel Ortega. Lo hizo debutar en primera, con él ganó sus títulos en River y en él depositó la creación de juego en su Selección, la primera sin Diego Maradona. Ortega fue quizá la gran demostración de cuánto necesitó adaptarse Marcelo a las estrellas del equipo nacional. Gran revuelo causó la persecución que intentó en cada avance del lateral Roberto Carlos, en el primer Argentina-Brasil de la era. 

Con el tiempo Bielsa entendió que debía bajar las pretensiones. Comprendió que debía pedirle lo que quería de él en breves frases, porque en caso contrario, se distraería. Que para rendir, ante todo necesitaba confianza y cierta libertad táctica. Logró un punto medio: sólo ocasionalmente le mostró un video, trató de no darle un discurso demasiado "científico" y sabiendo de su informalidad, comenzó a decirle Burrito, aunque nunca lo tuteó. El desfachatado Ortega, casi un incomprendido por los técnicos europeos, respondió a las exigencias; aportó el quiebre de cintura en un equipo marcado por la aceleración y nunca dejó de responder en la marca. 

Por edad, los primeros cuatro años de Bielsa en la Selección debían significar la madurez del jujeño (llegó al Mundial con 27). Después de aquel cabezazo al arquero holandés Edwin Van der Sar, el día de la eliminación en Francia '98, Ariel Ortega rara vez repitió aquellos actos de indisciplina representando a la Selección. La única fue frente al Espanyol en Barcelona, cuando varios se vieron desbordados y acudieron a fuertes infracciones. Bielsa prestó especial atención a este rasgo. Lo siguió especialmente en su vuelta a River en el 2000, donde lo expulsaron en tres partidos en menos de una temporada y media, siempre por reaccionar alevosamente. Luego de una de ellas, le preguntaron si hacía hincapié en que no simularan faltas o protestaran fallos; detrás de su respuesta ("sé que ese es un tema de moda en el fútbol argentino. Pedimos que respeten el reglamento"), se escondía su previsión a esa eventualidad. 

A Ortega hay que saber tratarlo. Es de ese tipo de futbolistas que se molestan con los técnicos seguidores y se exceden con los que dan demasiada rienda. Bielsa jamás querrá hacer diferencias, siquiera contando con un elegido. No duda en afirmar que "a los históricos hay que exigirles más". Sin embargo, en tiempos en que las convocatorias a Claudio Caniggia traían suspicacias, nunca dejó de demostrarle confianza al jujeño. A dos meses del Mundial, no podía dejar que se deprimiera. 

La relación entre Bielsa y Ortega fue más fraternal que nunca en el vestuario del estadio de Miyagi, en Japón. El Seleccionado Argentino acababa de quedar afuera del Mundial y al técnico frío e impenetrable, le secaba las lágrimas el jugador número 10. 

Casos especiales de tratamiento siempre existirán. Por lo general con aquellos que vivieron una infancia privada de lujos y que muy jóvenes debieron emplearse. La personalidad tan cerrada de Marcelo, su aversión a mostrar su lado humano y sus emociones permanentemente escondidas, no lo deja mimar a sus dirigidos. Julio Alberto Zamora, ex jugador de Newell's, fue otro paradigma. De adolescente, vendía flores en los semáforos y Jorge Griffa debía suplicarle que no faltara a los entrenamientos. 

La relación de Zamora con Bielsa comenzó en 1983, mientras jugaba prestado en el club Tiro Federal. Habían organizado un amistoso entre menores de ambos clubes (en Newell's figuraban Roberto Sensini y Abel Balbo), pactado para las ocho de la mañana, aunque los pibes del Loco debían reunirse una hora y media antes. El tinte legendario recuerda que Zamora, sin descansar la noche anterior debido a su ocupación, llegó sobre la hora y finalizó siendo gran revelación, marcando tres goles del 4-1 final. El recuerdo vago de Marcelo, al año siguiente, impidió que le permitieran marcharse: "Ese negrito un día nos hizo tres goles, no lo dejen ir" les dijo a los directivos. 

Así y todo Zamora lo miraba de reojo, debido a que no lo había seleccionado para un torneo juvenil llamado Proyección '86 y porque ya como profesionales, le pedía sacrificarse, de ser necesario, hasta el área propia. Era uno de los pocos que se negaban a estudiar lo publicado de los siguientes rivales: "A mí no me decía nada, porque sabía que yo no me iba a meter en eso. Pero al resto le hacía conocer las estadísticas, los resultados en el resto del torneo, quién era el goleador, con qué defensores venían jugando, los cambios que había hecho. Quería que supieran cada detalle del equipo que íbamos a enfrentar". 

Zamora se cansaba de patear entre 70 y 80 centros en las prácticas de los sábados, y era el único que en aquel equipo lo confrontaba: "Discutía con Marcelo únicamente por temas futbolísticos. Dijeron que yo me enfrenté con él; al contrario, siempre me la jugué por Newell's, estuviera Bielsa o no. Llegamos a tener una buena relación, de respeto mutuo". Mejor jugaba cuanto más presión había. En esos casos Marcelo arengaba pidiendo recordar aquellos picados juveniles de barrio, en los que ganar se entendía como la vida misma, esos picados donde no cabía la posibilidad de volver a casa derrotados, aquellos que Zamora había jugado muchas veces, lo que generaba que entendiera a Bielsa como ninguno.

BIOGRAFÍA DE BIELSA (11)


'LO SUFICIENTEMENTE LOCO', UNA BIOGRAFÍA DE MARCELO BIELSA (11)





RELACIÓN CON LOS JUGADORES 



... "HABÍA QUE ESTAR PREPARADO PARA BANCAR A BIELSA" 



Es notable cómo Marcelo Bielsa no ha variado el discurso a lo largo de los años. Llama igualmente la atención que su relación con los jugadores haya sido regida siempre por idénticos parámetros, haya acarreado similares problemas y haya producido que ellos, más allá de donde los ha dirigido, rescaten las mismas características del Loco. Sólo influyó el contexto en el cual desembarcó en cada uno de sus trabajos, por lo objetiva y subjetiva que es a la vez la realidad. 

Sin la verborragia de César Menotti ni el estilo paternal de Carlos Bianchi, por ejemplo, sus virtudes de conductor no son advertidas de inmediato por los futbolistas. Su figura de anticarismático provoca que primero lo miren de reojo. El ex presidente de Vélez Raúl Gámez lo sabe por haberlo vivido: "A los jugadores se los va ganando con la dedicación, el trabajo y la hombría de bien. Fijate que es muy difícil que hablen mal de él, mientras que de otros técnicos que tienen más renombre, siempre hay alguien que los critica". 

Una constante en sus etapas de entrenador es haber sido criticado y menospreciado por los mismos jugadores que a su partida, no sólo lo elegían sobre el resto, sino que también lo exteriorizaban. Un ejemplo: Martín Posse era uno de los pocos que se enfrentaban con él en las charlas sobre la táctica a utilizar; tiempo después, lo invitó a su casamiento. 

Bielsa tiene un precepto: "La conducción es fundamentalmente convencer". Y para ello, sabe que para vender algo primero hay que querer comprarlo. 

Establece un orden: "Se puede ganar con un estilo y con el antagónico, pero no con aquel en el que uno no cree". Este es uno de sus axiomas preferidos, creer fuertemente en lo propio, para lo cual necesitó de años, hasta que armó sus conceptos, que hoy transmite con la energía y el entusiasmo que el convencimiento le da. 

El psicólogo social Emilio Cos Cuevas le da la razón: "El jugador debe tener claro qué es lo que tiene que hacer personalmente en la cancha y qué busca el equipo. De no ser así, puede sacar la conclusión de que él no lo sabe porque el técnico tampoco. Y así, indudablemente, le perderá la confianza". En este sentido fundamental de la credibilidad al técnico, juegan varios factores. En primer lugar, la chapa del conductor. A su arribo al campo profesional, no cargaba precisamente con una mochila de triunfos. Por eso declaraba después del título del Apertura '90, su primer torneo: "Soy tan sólo el producto de 16 años con mensaje. Porque Menotti y Bilardo, más allá de sus diferencias, lo tuvieron y lo propagaron. En lo personal, nadie sabe el peso que me saqué de encima. Porque yo partía en desventaja frente a los jugadores. Qué diferencias había con los muchachos de River... A ellos, Passarella les decía "perdemos 1 a 0, pero hay que ir al frente, como aquella vez, en el Mundialito, contra Alemania, cuando le dimos vuelta el partido en cinco minutos". Yo me podía referir a algún partido contra Botafogo, un equipo de la Liga Rosarina... Daba un enorme handicap de credibilidad. Ahora no. Soy otro técnico argentino que puede contar los episodios que llevaron al logro de un campeonato". 

El arte de motivar a un plantel necesita también de variantes en el mensaje. Juan Manuel Llop, referente en Newell's, figura en las dos finales frente a Boca en una posición en la que nunca había jugado, decía en aquel entonces: "Vivimos concentrados y jugando, pero no nos atrapa la monotonía. Eso es virtud de Bielsa, que tiene una esencial: brinda el mensaje exacto para cada partido. Nunca entramos vacíos de emoción; siempre tenemos un motivo, una ilusión, una esperanza...". 

Para ejemplificar aquel concepto de que la relación de Marcelo con los jugadores se desarrolló siempre de la misma manera, sin importar el club ni la época, sirve relacionarse con los estudiantes universitarios que dirigía cuando estaba a cargo del seleccionado de fútbol de la Universidad de Buenos Aires. 

Aldo Forti, arquero suplente en aquel selectivo, recuerda: "De Bielsa rescato como punto distintivo el transmitir lo que siente por lo que hace. Contagiar y entusiasmar". Forti, que luego lo volvería a encontrar ya como técnico profesional, rescata como anécdota saliente un hito que se repetiría en sus sucesivas labores: enfrentarse con el experimentado del grupo. Lo memoriza mejor Miguel Caloni, mediocampista derecho del equipo universitario: "Todos recordamos cuando quiso trompear al capitán del equipo: Eloy del Val, un tipo considerado casi intocable, que cagaba a pedos a todos. A la segunda vez que discutió, Marcelo se encerró en el vestuario y se sacó el saco, el reloj y todo lo que tenía encima para pelearse. Lo tuvimos que separar entre todos". Siempre tuvo inconvenientes con las figuras. En Newell's su teoría de fútbol en constante movimiento le valió que dudaran de la relación que tendría con Gerardo Martino y Julio Zamora. Al mexicano Zague, histórico del seleccionado, costó cautivarlo en el América. En Vélez, donde estuvo enfrentado con José Luis Chilavert, sus modos opuestos a los de Carlos Bianchi, le valieron la antipatía y la desconfianza de la estructura que había sido campeón del mundo. Es dueño de una frase que lo pinta: "Los mejores no merecen privilegios, a ellos hay que exigirles proporcionalmente a sus cualidades"; a la hora de trabajar no realiza ninguna concesión. ¿Cómo hubiera actuado si le hubiese tocado dirigir a Diego Maradona? 

Generalmente no los incita a que le digan lo que piensan y a que le efectúen críticas delante de él, una clave en la conducta de cualquier grupo, para evitar que lo hagan en otros ámbitos. No obstante, mientras jugaba, no tenía problema en enfrentarse con el técnico o con el preparador físico; incluso era de pedirle mayor intensidad en los trabajos. 

Capaz de contestar "no entendí una mierda" después de una indicación de Gualberto Mugione, su entrenador en Instituto, o también en Córdoba, de interrumpir un ejercicio físico al darse cuenta de que lo hacía defectuosamente y recriminarle al preparador físico Nardi: "Toda mi vida lo hice para la mierda". Se nota que tiene un exabrupto preferido. 

Eduardo Bermúdez lo condujo en la reserva de Newell's: "Él es muy competitivo consigo mismo, de esa manera se preparó. Era exigente con él y con nosotros; nos refutaba algunas de las tareas que dábamos". "Soy de la idea de exigir", dijo en Japón, donde muchos se rieron cuando en un amistoso en el que los suplentes perdieron 1-0 ante el Sendai Vegalta, le gritó a uno de los desconocidos juveniles que reforzaron la delegación: "Pisculichi, metete en el partido". Obviamente causó distintas repercusiones cuando llegó a Vélez, con futbolistas consagrados a nivel local, que cuando asumió en Newell's, en un plantel compuesto mayormente por pibes cuyo crecimiento había acompañado en inferiores. En abril del '91, un reportaje en "El Gráfico" fue ilustrado con una foto en la que se lo ve, en un alto de un entrenamiento, relajado, hablando con siete jugadores titulares, sonrientes él y ellos, una imagen casi imposible de volver a conseguir en sus consecutivos empleos. Y después de uno de los títulos conseguidos, se sinceró: "Si no quisiera mucho a los jugadores de Newell's, no hubiera podido lograr el clima que obtuve en este equipo". 

Le conviene regentear juveniles. Puede terminar de formarlos, una de sus cualidades, y son más proclives a aceptar las exigencias de un nuevo entrenador. En la Selección argentina, luego de una temprana época de turbulencias, se percató de que debía amoldarse a conducir un grupo de estrellas. Raúl Gámez, un constante defensor, entiende que "imponerse a estos jugadores de Selección, con el cartel que tienen, no es fácil. Era claro en su primera época, como cuando tuvo aquella pelea con Calderón. Pero pasa el tiempo y los jugadores lo conocen, se dan cuenta que no es traicionero, que no va con cuentos; se los gana con ejemplos y no con hipocresía". 

Gámez trata de justificar el descontrol que lo llevó a Bielsa a insultar y a querer trompear, en pleno aeropuerto de Asunción, a José Luis Calderón. Realmente, en sus primeros meses en la Selección, su llegada entre los futbolistas era casi nula. Así como en Newell's no lo respaldaba una historia como jugador, mucho menos en el equipo nacional, donde también pesaba no haber estado en un conjunto de los más populares. Necesitaba del éxito inmediato, la única manera con la cual podían llegar a confiar en él. Lo mismo ocurre en su segunda gestión, aunque lo que necesita ahora es recuperar el crédito que había conseguido. Quienes lo tuvieron en sus primeros equipos opinan por lo general que ahora, en la Selección, genera otro trato. Fernando Pandolfi apuntó que "en Vélez cada uno tenía su partido con un rival. No lo veo tanto en la Selección. Creo que juegan más al fútbol; a nosotros, pese a que salimos campeones, nos llevó varias fechas jugar vistoso. No sé si es porque él no lo pide o porque no le hacen caso".

En Newell's les hacía revisar artículos de diarios acerca de los rivales para alcanzar una compenetración progresiva; indudablemente en la Selección debía amoldar sus exigencias. 

Uno de los de aquella época, Fernando Gamboa, explicaba acerca de su primera época sin buenos resultados en el Seleccionado, en un reportaje brindado a la revista "Sólo Fútbol", que "lo que pasa es que el jugador debe estar abierto para recibir lo que él dice. No es lo mismo transmitirle conceptos a un grupo de pibes que nos queríamos comer la cancha, como éramos nosotros, que a uno de experimentados con 10 años en Europa. Por ahí se cierran y piensan que ya saben todo". El juego que pretende de su equipo lo va explicando a medida que se conocen. La primera impresión, unánime, es que Bielsa quiere cambiar lo que venían haciendo. Los entrenamientos se suceden y van completando la idea de un técnico detallista y exigente al máximo. El Kily Cristian González declaraba en agosto del 2000, en el diario "La Nación": "Y sí, al jugador un poco le rompe. Pero digamos que Bielsa tiene una sana manera de romper...". Gamboa se retrotrae y encuentra lo mismo: "Había que estar preparado para bancar a Bielsa, pero después los resultados se veían en la cancha". 

En Vélez hacía charlas tácticas en forma separada; antes de la cena del día anterior de cada partido, se reunía con los defensores y volantes defensivos media hora, y luego con los delanteros y mediocampistas de ataque otro tanto, aunque con éstos siempre se demoraba, por la explícita reticencia que le demostraban por tener que marcar a un rival por todo el campo; Martín Posse y Pandolfi eran los que se animaban a decírselo. Al respecto surge una anécdota: en los tiempos en que empezaba a sonar confiable, Mauricio Pellegrino, capitán y líbero, le preguntó si pensaba que eran jugadores aptos para defender con una línea de tres hombres; Bielsa, obvio, le contestó afirmativamente, a lo que aquél le respondió que "eso es suficiente para nosotros". 

Acerca de su rigurosidad por lo planificado, hasta llegar a ver al fútbol de una manera mucho más compleja que la media, Fernando Pandolfi lo recuerda "raro. Había partidos que me iba a mi casa re caliente porque no me había salido nada y él me felicitaba. En cambio, otras veces que yo pensaba que había jugado bien, me cagaba a pedos porque en un par de jugadas no había seguido a un rival en un relevo. Nosotros analizamos el partido en lo técnico y él, en lo táctico. Más allá de que teníamos puntos de vista distintos y que los discutía con él, siempre le hice caso, aunque el periodismo decía que yo no aceptaba lo que me decía. Después de un partido contra River en el Monumental, donde lo único que hice fue seguir a Astrada, dije que estaba acostumbrado a que el 5 me marcara a mí y no que yo lo siguiera a él. Quedé mal porque ni había tocado la pelota ese día. Esa fue una de las veces que me felicitó y yo no entendí nada". 

Bielsa actúa como si hubiera premeditado cada rasgo de la conducta para no dar lugar a ningún tipo de reproche. Así como se dedica absolutamente a su trabajo, quiere la misma entrega de parte de sus jugadores. No aceptó una invitación de Bernardo Neustadt para ir al programa televisivo "Tiempo Nuevo" en 1990 porque sus jugadores estaban concentrados. Quiere lo mismo para ellos que para él. 

Pudoroso de su vida privada, no hace un tema importante de la de sus conducidos. No le interesa ni en qué gastan el primer sueldo. Carlos Cordone ya usaba pelo bien largo y tatuajes cuando jugaba en Vélez: "Nunca se fijaba en la ropa, en el pelo, en los aritos, lo único que realmente le importaba era que cuando tuviéramos que hacer los trabajos con él, los hiciéramos con ganas". Pero claro, si le irrita que salgan a la luz aspectos de su personalidad, la que va más allá de su trabajo, también le molesta determinada exposición pública de ellos. A Cordone lo reprendió por mostrar tatuajes y aros en una producción fotográfica: "Que los tenga me parece bárbaro, pero no los exhiba. Usted es un jugador de prestigio internacional y no es de jugador serio lo que hizo", le advirtió. 

Se opone a casi todos sus contemporáneos directores técnicos, quienes son ante todo experiencia más un mínimo de teoría. Mientras los demás jugaban al fútbol, él lo estudiaba. Armó sus ideas de fútbol a través de años, mientras lo sentía como hincha, espectador imparcial, profesor de educación física y estudiante para técnico. Hoy está tan seguro de su catálogo que pide otras opiniones, pero no para cambiar. 

Tiene una particular concepción de los jugadores que elige fuera de la cancha: admira a aquellos que cuentan con algo que él desearía. Para el partido también elige a aquel que pueda discernir con objetividad y criterio: "El futbolista debe ser pensante, inteligente, con capacidad interpretativa de cada una de las variantes del juego. La inteligencia de ellos no debe ser, obligatoriamente, la inteligencia de la cultura". Fuera del campo también elige los que disciernen con criterio, porque cree que aque¬llos que usan la lógica en la vida también lo harán en el fútbol. Si pensar ya es difícil, hacerlo corriendo es más complicado todavía. 

Su hermano Rafael describió la relación con los jugadores en el libro "La vida en rojo y negro": "Es fácil saber cuáles preferirá. Tiene que ver con su forma de ser, con las cosas que le faltan para sentirse a sus anchas en la vida y con lo que le transmite seguridad. Preferirá el temple al arranque, la transpiración inspirada a la inspiración momentánea, la acción del esfuerzo a la sobreactuación del sacrificio, la dosis a la canilla abierta. Una vez que Marcelo los ha hecho suyos, no deja de mirarlos hasta que se retiran del fútbol".

¿Cuántos técnicos argentinos tratarán de usted a sus conducidos? Miguel Caloni, que lo tuvo en el equipo de la Universidad de Buenos Aires, todavía se sorprende: "Nosotros tampoco lo tuteábamos, y eso que yo tenía 23 años y él 27. Marcaba distancia". Necesita lograr esa brecha; si no, el desgaste con el grupo será una lógica consecuencia. El hablar con ellos sólo de fútbol, con la obsesión que guía su análisis, es un recurrente foco de discordia. 

Pocos saben que antes no concentraba con ellos "para oxigenar la relación, para no transmitir la ansiedad. Ahora sí lo hago, por temor a ser mal interpretado". El viernes 21 de julio de 2000, estaba alojado junto al plantel antes de viajar a San Pablo para jugar frente a Brasil por Eliminatorias, pero nadie sabía, ni siquiera el personal del predio de la AFA en Ezeiza, que ese día cumplía 45 años. 

Trató siempre de deslindar la relación con los futbolistas: en el América de México, en Carlos García, el preparador físico; en el Espanyol de Barcelona, en Paco Flores, técnico alterno anterior a su llegada. 

Cuando fue designado técnico de la primera, designó un profe de experiencia y ascendencia en los planteles, Jorge Hugo Castelli, depositando el liderazgo social en él. Cuando éste marchó rumbo a México y el recio Rodolfo Valgoni lo reemplazó, Bielsa debió asumir funciones no queridas y empezó a debilitarse la afinidad, lo que marcó su alejamiento de Newell's. Gamboa evoca aquellos momentos en los que "no queríamos hablar de fútbol y él lo consume las 24 horas. Cuando se fue, la relación estaba muy desgastada. Tuvimos un momento de respiro en un amistoso de festejo. No me acuerdo ni cómo salimos (N. de R.: 0-2 con Olimpia de Paraguay), sí que estábamos jugamos muy mal. Él se enojó muchísimo y nosotros nos terminamos de dar cuenta de que para él en esto no hay respiro".

Fernando Gamboa es una de las referencias en su carrera. Lo había dirigido en las divisiones menores; en primera le dio confianza y titularidad pese a su juventud y una controvertida imagen; y Bielsa lo reconoció siempre uno de los artífices del cambio de identidad y la mística instaurada en Newell's: "Gamboa fue fundamental: contagia, transmite, enciende". 

Dos hombres temperamentales como ellos suelen armar una historia de amores y odios. Mientras convivían, tuvieron cruces; hoy, el defensor no duda: "Tuve a los mejores técnicos del país, por lejos: Menotti, Bilardo, Passarella, el Coco Basile, el Maestro Tabárez, Yudica... Pero del mejor no tengo dudas: Marcelo Bielsa". Y también es clave para entender que Bielsa es mejor técnico a la larga: "Cuando en un entrenamiento repetíamos y repetíamos la misma jugada, nos fastidiaba, decíamos 'otra vez un lateral...'. Pero después entrábamos a la cancha con una confianza terrible. No teníamos el partido ganado, pero se simplificaba". 

Los que lo cuestionan dicen que mecaniza, que repitiendo movimientos le resta improvisación a una actividad dinámica por naturaleza. Es posible, pero él prefiere ganar en coordinación. Para entrenar utiliza sectores pequeños de la cancha y llegó a atar a los jugadores, como hacía Juan Carlos Lorenzo, para que incorporaran tener una opción cercana, el sentido de jugar corto y ser solidarios. 

Cuando los jugadores realizan sólo ejercicios físicos, los abandona. Pandolfi cuenta la experiencia de la temporada '97/'98 en Liniers, donde no iba a las prácticas de los martes (el primer entrenamiento después del partido) y de los sábados a la mañana: "Nos dejaba solos con el profe y a nosotros nos llamaba la atención. Quizás aparecía una hora después con una planilla y nos decía 'buenas tardes a todos, hoy vamos hacer esto, esto y esto, ¿lo entendieron?'. Mientras nosotros hacíamos físico, él se la pasaba haciendo dibujitos de diseños tácticos en su cuaderno". 

Una vez les dijo a los jugadores de Newell's que "no siempre estoy con ustedes, pero siempre estoy trabajando para ustedes, porque es mi obligación, para eso me pagan...". 

Explica a través de los videos y también se vale de ellos para armar su concepto. Eduardo Bermúdez, quien lo había recomendado para dirigir, viajaba a México para ver los jugadores que representaba: "Un día fui a comer con ellos y él no quiso venir, siempre con su idea de no mezclar los tantos. Yo tenía que volver a su casa, estaba viviendo con él y su familia. Me dijo que no me hiciera problema por la hora, que él iba a quedarse despierto para abrirme. Llegué a la una y media, y ahí estaba, con una idea fija: mirar fútbol. Me tuvo hasta las cuatro de la madrugada viendo un compacto de las jugadas del Piojo López en Racing". 

Antes de los partidos, no habla más de 15 minutos y casi nada del contrario: "Las charlas técnicas las veo poco trascendentes. El futbolista admite cinco mensajes, hay que calificar bien lo que uno quiere transmitir". Prefiere ir desmenuzando a través del trabajo semanal en breves reseñas. En ocasión del viaje de Newell's a Cali para la semifinal de la Copa, un día los reunió seis veces. "El Gráfico" publicó que uno de los jugadores confió por lo bajo: "Si es por él, en vez de postre, nos da una charlita". 

Aunque prefiere que lo hagan los preparadores físicos que trabajan con él, es de motivar a los jugadores. No deja ver las prácticas porque no quiere que trascienda su exigencia desmedida; él incluso la denomina "maltrato" (en un entrenamiento del seleccionado, por ejemplo, retó fuerte a Marcelo Delgado). 

Usa el diccionario de sinónimos, no sólo para tener una mejor forma de referirse con los periodistas, sino también para aprender un concepto nuevo que movilice a sus dirigidos.

En situaciones límites, tiene a mano dos variantes: tomar la victoria como vida o muerte, o aflorarles el espíritu amateur, el mismo que elogia antes que cualquier virtud de una Selección repleta de figuras en el exterior, el mismo al que apuntó antes de la final de la Libertadores con Newells: "Nosotros tenemos que reconstruir una sensación, algo muy profundo: remitirnos a los 14 años, cuando en el barrio nos tocaba jugar contra aquellos rivales a los que les teníamos bronca y no nos importaba nada más que eso, ni el lugar, ni la hora, nada... Porque lo único que nos interesaba, justamente, era jugar". A los mismos jugadores, un año antes, les había hablado de la otra forma, en víspera de la definición del torneo en cancha de Boca: "Les expliqué que no me importaba el trámite, que el que gana es el mejor y el que pierde es el peor. Que no se dejaran engañar por eso de las derrotas dignas o las victorias morales". 

Juan Pablo Sorín contó que "Bielsa tiene un grupo de ayudantes que le compaginan las jugadas y hasta le filman los entrenamientos. Entonces él te dice 'en tal ataque volviste tarde'; si se lo llegas a negar, aprieta un botón y te calla". En Vélez llegaron a estar tres horas para analizar el video de un primer tiempo. Cuando convocó a Claudio Caniggia a la Selección, lo llamó después de la cena y le mostró muchísimas jugadas de él en el Glasgow de Escocia; marcándole cuáles de esas (y cuáles no) quería que repitiera para la Argentina. Jorge Griffa, su gran mentor, habla como técnico, pero ante todo como formador: "La evolución del fútbol va de la mano de la evolución de los entrenadores. Y él piensa permanentemente de qué modo mejorar. Más allá de sus capacidades, es sobre todo leal, recto, honesto y a veces excesivamente frontal". Claudio Husain avanza sobre el mismo rasgo: "De él rescato más la personalidad que sus conceptos de fútbol. He tomado sobre todo la honestidad en el trabajo. Más allá de que los futbolistas somos sensibles, él siempre va de frente". Y Germán Burgos, cuando le preguntaron sobre la virtud de Bielsa, dijo que "no tiene ningún problema en mandarte a la mierda en la cara". 

Aldo Forti lo conoció en sus inicios, recién cuando dirigía a una selección universitaria, pero encontró el mismo personaje: "Me acuerdo de su fanatismo por el laburo, de su gran respeto por el jugador, siempre sin tutear, con diálogos muy elaborados, a veces incluso un poco complicado de entenderlo. Transmitía una enfermedad por el fútbol que emanaba y a nosotros no nos quedaba otro remedio que enchufarnos. Ese lenguaje que usaba lo sigo viendo en las conferencias de prensa, ya que no sólo a los jugadores les habla de esa manera. Es un tipo que transmite las ideas más abstractas que como estamos acostumbrados a escucharlas. Nosotros éramos todos alumnos universitarios y nos costaba, me imagino lo que le costará a algunos futbolistas". 

Cuando un hombre está acostumbrado a comportarse de una determinada manera, cuando habla con un estilo, le cuesta cambiar, pese a que un buen comunicador se adapta a su receptor. Claudio Husaín decía ya en 1997 que "se expresa muy bien: nos habla de pases transversales, alturas, esquinas. Tuvimos que aprender un vocabulario nuevo". Y en un partido de eliminatorias, se acercó al campo para decirle a Ariel Ortega que quería que se mostrara cerca de la línea cuando Javier Zanetti se proyectaba por la derecha; la televisión denunció su léxico: "La oferta de la recepción tiene que ser vertical", le dijo al jujeño. 

Otros momentos de evocación de Aldo Forti sirven para seguir conociendo al técnico persona: "Tiempo después de la ida de Bielsa de la UBA, quedé como uno de los responsables del equipo. En el '91 tuvimos que ir a jugar a Rosario un torneo de papi fútbol. Nos alojamos en el Liceo de Funes, donde casualmente también estaba concentrado Newells. Aproveché y lo busqué a Marcelo. Estaba desayunando en el comedor, cuando me acerqué vi que me miraba de reojo y me anticipé: 'mira, no te vas a acordar de mí..', 'no, no, yo me acuerdo bien' me dijo, “vos sos Aldo Forti, de la UBA, el arquero suplente, ustedes formaban con tal, tal y tal”, y me dio los nombres de cada uno de nosotros. Habían pasado 8, 9 años. Se levantó de la mesa inmediatamente y me mostró los pabellones donde dormían los jugadores. Me acuerdo de que en un cuarto me señaló a los delanteros, que estaban frente al televisor mirando videos de cómo defendía el rival siguiente, en otro los defensores observando cómo atacaban". 

Forti se refiere también a una preocupación que lo acompañó en toda su carrera: "Una de las cosas que lo preocupaban de ese momento era que cuando daba la formación de un equipo, sentía la presión del profesionalismo, porque según los 16 tipos que él nombraba, determinaba quién ganaría el premio y así él estaba designando por ejemplo, quién podría cambiar el auto". Una década después, con el profesionalismo totalmente arraigado en sus costumbres y dirigiendo hombres de muy buen pasar económico, lo angustiaba el mismo tema, aunque más ligado a las expectativas creadas que a lo material; consultado acerca de la preselección de 35 jugadores que debía armar (la FIFA después revocó la idea), de los cuales quedarían 23 para el Mundial, se sorprendió y por el gesto pareció resignarse: "No lo sabía, pero eso generará en algunos futbolistas una expectativa que no es conveniente". 

En la Selección se aprendió rápido los apodos, pero nunca los tuteó. Husaín, uno de los pocos que dirigió primero en un equipo y después para la Argentina, cuenta que "Bielsa demuestra que tiene en cuenta a los futbolistas de otra manera. Conmigo a veces le sale 'dale Turco', pero generalmente le cuesta tutearme y entonces se produce algo gracioso, porque me trata de usted, pero por el sobrenombre". No se hace amigo de los futbolistas porque, asegura, como entrenador toma decisiones que afectan a los intereses del hombre. Aquellos con los que extiende su relación se pueden contar con una mano; entre ellos, Eduardo Berizzo y Darío Franco. 

Franco jugó en el primer año de Bielsa como técnico de Newell's, fue vendido a México y en el primer viaje de vuelta, fue a visitarlo a su casa; varios años antes, cuando había llegado de Córdoba y cursaba quinto año en el Sagrado Corazón, Marcelo se valía de sus amigos en ese colegio para que lo dejaran faltar a la clase de gimnasia y así pudiese concurrir a las prácticas. 

Berizzo era con quien habitualmente se estrechaba primero en un abrazo tras cada éxito importante de Newell's. El jugador le está agradecido: "Lo tuve 8 años, 6 en Newell's y 2 en el Atlas de México, después en la Selección, y puedo decir que después de trabajar con él, uno es mejor jugador. Es un constante corrector de errores, aun en el triunfo". 

En Vélez, pese a que supuestamente tenía debilidad futbolística por él, dejó afuera a Cristian Bassedas, no por haber dicho éste que "los entrenamientos son aburridos", sino porque sus viajes con la Selección de Daniel Passarella lo devolvían sólo para los partidos. Con Bielsa juega el que está mejor. Bassedas luego lo entendió: "Bianchi, Basile, Veira, bancan a sus jugadores porque saben que ellos los van a salvar a la hora de la verdad. Marcelo, en cambio, si te ve mal, te saca". 

Los jugadores eligen al mejor técnico que tuvieron en sus carreras según los éxitos deportivos, cuánta continuidad hayan tenido, o bien, dependiendo del modelo que necesitan por su personalidad. Carlos Cordone tuvo a Carlos Bianchi y a Marcelo Bielsa, pero "me quedo con Bielsa" dice, "porque es con el que más jugué. Lo que más me sorprendió de él fue que jugaba el que andaba mejor. No le importaban los nombres. Le daba lo mismo uno consolidado o uno que recién empezaba en Primera".

Fernando Pandolfi, que por lo contrario prefiere a Bianchi, quien lo guió en sus desplantes anímicos, igualmente elogia a Marcelo: "Nos daba un poco de bronca que fuera cerrado, que fuera sólo un enfermo de fútbol, porque en el fondo lo apreciábamos y sabíamos que era un tipo con el que se podía hablar. Más allá de que era seco y no lo pude tratar, de parte mía y de la de él siempre hubo la mejor onda". 

En Chile uno de sus desafíos será poder adaptarse a la idiosincrasia del futbolista chileno. Por lo pronto, gran parte de los jugadores que lo tuvieron hasta ahora se lamentan por no haberlo tratado. En la convivencia con ellos, Bielsa es inabordable.