sábado, 10 de marzo de 2012

EL PRIMER GOL DE CRISTIANO RONALDO

El primer gol de Cristiano Ronaldo (tomado del País)

Cristiano, con la camiseta del Sporting, trata de evitar un disparo de Derlei, del Oporto, en 2003. / PAULO DUARTE (AP)

Cristiano Ronaldo ha unido su nombre a la misteriosa rutina del gol. El delantero del Madrid suma 245 tantos oficiales. Sus datos estadísticos mejoran proporcionalmente cada año, cada jornada, asimilándole a los rematadores más prolíficos de todos los tiempos. A Lángara, Puskas, Pelé o Hugo. La sucesión de hazañas y superlativos es larga y caótica. Tan populosa y prolongada que el recuerdo de su primer gol como profesional es borroso. Se lo metió hace casi 10 años al Betis, el rival que hoy le recibirá por primera vez en Sevilla.

Cristiano tenía 17 años cuando marcó su primer gol en una plantilla de Primera. Fue jugando para el Sporting de Lisboa durante un partido amistoso disputado el 3 de agosto de 2002 en el estadio de Maia, cerca de Oporto. El gaditano Juan Gutiérrez Moreno, más conocido como Juanito, era el central por la derecha del Betis aquella noche. “Lo recuerdo perfectamente”, dice el defensa, ahora en el Valladolid; “antes del partido Víctor Fernández nos habló de que el Sporting haría jugar a un chaval muy bueno que recién salía de su cantera. Estaba muy delgadito. ¡Ahora se ha puesto más fuerte que el vinagre!”.

Se echó el balón a la izquierda y vi que no llegaba ni en broma”

Juanito, defensa del Valladolid, entonces central en el Betis

Historia de una ambición sin límites, la biografía de Cristiano que ha escrito Luca Caioli, de inminente publicación, recuerda que, a excepción de la musculatura, los rasgos que definen al goleador se conservan intactos desde que tenía 10 años. Cristiano era un niño corajudo, resistente, individualista y soberbio. Exhibía su sentimiento de superioridad y aceptaba con dificultad las correcciones de los entrenadores. Su madre, María Dolores, recuerda que le llamaban “llorón” porque no sabía perder sin sufrir un arrebato ni adjudicar la responsabilidad a los demás compañeros. Como infantil del Nacional de Madeira, coincidió con Antonio Mendoça, su primer entrenador. “Sus compañeros le aguantaban porque marcaba muchos goles, porque ganábamos casi todos los partidos por una gran diferencia”, dice Mendoça.

El centrocampista tinerfeño Antonio Jesús García González, Toñito, coincidió con Cristiano en el Sporting. Quizá porque en Lisboa ambos se sentían un poco extraños, trabaron amistad rápidamente. “Cuando se fue al Manchester United maduró como persona, pero no cambió futbolísticamente”, dice Toñito; “siguió siendo muy descarado. Ahora quizá pone más la pausa. Antes agarraba la pelota y no paraba hasta regatear a todo lo que se le ponía por delante. Ahora hace el arranque y, si se ve muy solo, igual para”.

El rumano Lázló Bölöni, que lo subió al primer equipo del Sporting en la pretemporada de 2002, adoptó la última decisión técnica relevante en relación con el desarrollo de Cristiano. Como no lo veía suficientemente fuerte para pelearse con los centrales de Primera, le cambió a la banda izquierda para que aprovechara su velocidad. Hasta hoy.

Por la izquierda del círculo central se le apareció a Juanito aquella noche. “Salió en los últimos 15 minutos y ya nos hizo daño”, rememora; “creo que fuimos a por un balón medio dividido. Fui al cruce y él llegó antes que yo. Se echó el balón hacia la izquierda y ya vi que no llegaba ni en broma. Dribló a Prats sobre la salida y después lo picó por encima de mí y de Rivas... Nos volvimos a encontrar en la Eurocopa de Portugal. Cuando le vi, lo comentamos con los compañeros: ‘¡Si este tío fue el que nos metió aquel gol!”.

Toñito no lo olvida: “Fue un golazo para guardarlo en vídeo. En esa época, Cristiano era más técnico que físico. Quizá la gente se queda con los pepinazos que mete de falta, pero siempre marcó goles como el que le hizo al Betis, de gran técnica individual”.

“Una de las mejores cualidades de Cristiano eran sus controles”, recuerda el excompañero; “ya con 17 años, le encantaba controlar el balón con la espalda. Era igual de efectivo que con el pecho. En los entrenamientos se la dábamos mal para que se inventara controles. Como compañero, verle de cachondeo con el balón era una maravilla. En el gimnasio le tirábamos la pelota con fuerza y él la metía en una canasta”.

Siempre creyó que iba a ser lo que es hoy"

Toñito, excompañero en el club lisboeta

La memoria de Toñito habla de un jugador al que la última década no parece haber cambiado. Los juegos que antes practicaba con sus colegas del Sporting los sigue haciendo hoy con Marcelo o con Kaká en el Madrid.

“El fútbol, para él, era un espectáculo”, dice Toñito; “como compañero, te daba alegría. Andábamos todo el día juntos. No parábamos de reírnos. Su actitud altiva es una coraza. Mucha gente me dice: ‘Chacho, ¿tan buen tío es como tú dices?’. Sí, él es así, demasiado amigo de sus amigos”.

“Siempre supo cuál era su objetivo”, prosigue Toñito; “no se frenó, sino que siguió creyendo que iba a ser lo que es hoy en día. Era un chaval y, cuando le tocaba ser suplente, decía: ‘¡Cómo es posible que yo no juegue si el que lo hace por mí no hace nada!’. Aunque él no era nadie, le daba igual”.

En su segundo partido con el primer equipo del Sporting marcó el primero de sus cerca de 500 goles. Diez años después se vuelve a medir al Betis. Esta vez, como máximo goleador mundial.

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