miércoles, 11 de abril de 2012

BIOGRAFÍA DE BIELSA (5)


LO SUFICIENTEMENTE LOCO', UNA BIOGRAFÍA DE MARCELO BIELSA (5)





MÉXICO


... "ME VOLVÍ MÁS REFLEXIVO Y MENOS EVIDENTE"



Un ser de expresiones tan elocuentes como era Bielsa en sus primeros años necesitaba un contexto que lo menguara. Sus reacciones espontáneas, cíclicas, dieron a conocer una imagen opuesta a la pretendida por él, un hombre introvertido que nunca quiso ventilar su costado sanguíneo. Le juega en su contra que siempre haya abandonado la timidez durante los partidos, dando indicaciones permanentemente y al borde del exabrupto. 

"En la medida en que uno se compromete con lo afectivo exageradamente, como me pasó en Newell's, hay más decepciones que satisfacciones. Me volqué íntegramente a aquella cuestión. El paso del tiempo hizo que entendiera que no podía vivir de ese modo. Comprendí que el fútbol es mi profesión y no mi vida", razonó con el tiempo. 

Al poco tiempo de desvincularse raudamente de Newell's, llegó al Atlas de Guadalajara, México, el país que vive el fútbol de la manera ideal para atemperar el ánimo. Se trata de una liga sin presión, donde el resultado maneja la continuidad de los técnicos con mucha menor celeridad.

Una dirigencia dispuesta a darle todo lo que pretendía por sus facilidades económicas, incluso la construcción de una cancha a su gusto, le daba la posibilidad de que otros se encargaran de tareas que en Argentina eran suyas. En consecuencia, horas de tiempo libre y por primera vez, el espacio para compartir con su esposa, lo moderaron. "Me fui a México porque necesitaba limar algunos aspectos exagerados. Allá me volví más reflexivo y menos evidente", acepta. Entendió, en definitiva, que no podía tomar al fútbol como todo o nada. 

Tal fue el cambio de su semblante mientras trabajó en Guadalajara, que adoptó una nueva costumbre: el golf, que practicaba en el mismo club, además de vivir en un lujoso condominio donde se levantaba su mansión.

En Newell's, donde los árbitros lo echaban recurrentemente, había instrumentado, desde los tiempos de inferiores, comer chupetines durante los partidos para calmar la ansiedad. La señora que tenía la concesión del quiosco debajo de la platea le separaba su característica bolsa, que le regaló también cuando Bielsa volvió al Parque Independencia seis años después con Vélez, un día que fue el gran ovacionado de la tarde y con su estilo para definir los estados de ánimo, declaró "tanta muestra de amor me emociona". 

En cada encomienda a México de diarios y revistas, también viajaban dos bolsas de chupetines. Así como fue calmando su intranquilidad, también fue dejando ese hábito, que le servía para no caer en el vicio del cigarrillo. 

Interesado como siempre por la formación de los futbolistas, su primera función en el Atlas fue el orden de las "fuerzas básicas", como se denominan a las divisiones inferiores en México. La forma, la misma que había diseñado cuatro años antes desde Rosario hacia toda la Argentina: armar puntos de contacto en cada rincón donde se podía extraer un futbolista de México y observar, para luego perfeccionarlos, los gestos técnicos de cada adolescente que actuaban en las juveniles del club. De allí salieron Daniel Osorno, Miguel Zepeda, Pavel Pardo, Osvaldo Márquez, Juan Pablo Rodríguez, Rafael Márquez y Jared Borghetti, más tarde jugadores de Selección. 

Eduardo Bermúdez había dirigido a Bielsa en la reserva de Newell's. En esa época viajaba a México, ya como representante de jugadores. Lo primero que recuerda son algunas facetas que asomaban: "En esa época ya lo tenía todo. El se levantaba bien temprano y compraba todos los diarios posibles. A mí me mostraba sus cuadernos y me preguntaba '¿qué quiere saber?, ¿cómo le va a Alfaro en Chile?, acá lo tiene'". 

Quienes trabajaron con él entienden que al ordenamiento de sus tres años en el Atlas (el primero estructurando las divisiones menores, el segundo de técnico de la primera y el restante como director deportivo), le faltaba la infraestructura que luego tuvo en el América, uno de los clubes que más dinero mueven en el mundo, a partir del control de las acciones por parte de Televisa, el grupo multimediático. 

En el América, tuvo una buena primera vuelta y un mal cierre de campeonato, aún habiendo clasificado al equipo a los denominados playoffs. Todavía hoy, Marcelo cuenta que aquel final ha sido la espina clavada que le quedó entre sus trabajos. 

Las obligaciones en el América pasaban nuevamente por los resultados. Y a partir de una racha de derrotas consecutivas, reaparecieron sus picos depresivos. La relación con estos directivos no fue nada idílica; en definitiva, eran gente de medios. Todo terminó con un juicio por 600 mil dólares que les ganó. Ricardo Rentería, uno de los hombres del cuerpo técnico, piensa que "fue un trabajo intenso que cansó a los futbolistas, que se disponían muy bien pero que llegaron a un cansancio mental. Tal vez los jugadores, por costumbre, lo sienten un poco más. El ambiente deportivo supone otra cosa y no tanta investigación".

Bermúdez también tiene presente la forma que ya tenían sus entrenamientos: "Dividía dos o tres canchas con cintas para hacerlos jugar en espacios reducidos. Las prácticas eran terribles. Martín Ubaldi, aquel que jugaba en Independiente, se me acercó un día al alambrado en un entrenamiento y me dijo que no podía más, que los estaba matando. Esa misma tarde, hacía varios minutos que le pedía que nos fuéramos, pero él seguía obsesionado en dejar todo armado. Salió del vestuario, vio a un mexicanito y le dio cinco pesos con la condición de que sacara los residuos de la cancha. Siempre en todos los detalles". 

En el América ocupó la oficina que había dejado el vicepresidente saliente, Francisco Hernández, y la transformó en un auténtico, como dicen los mexicanos, "almacén" de videos. Lo sucedió Carlos Ramaciotti, que recuerda: "Siempre busco lo que dejaron los técnicos anteriores cuando llego a un club. Y de él encontré de todo: videos de jugadores de casi todo el mundo, arcos cuadrados para ubicar el chanfle donde quería, informes de todos los rivales y una gran maquinaria en las divisiones juveniles". 

Promovió a quienes fueron pilares de la década del '90 en la Selección mexicana: Germán Villa, Cuautéhmoc Blanco y Raúl Lara. Al primero lo llevó luego al Espanyol, en uno de los ejemplos de la identificación que siente el Loco por algunos jugadores. "Fue el mismo Bielsa el que conocí en mi país que el que tuve en Barcelona. Recto, ilusionado, trabajador. Un hombre que lleva a compenetrarte en lo que él quiere", afirma Villa. 

Sería injusto reducir cuatro años de trabajo, cambios de personalidad y experiencias, al gran valor material que tuvieron. Pero pocos saben el mal humor que tenía a su llegada a México, antes de empezar en el Atlas. La primera causa fue simplemente ver desde la platea a los jugadores practicando. En México los clubes contratan futbolistas mediante un draft, donde los seleccionan como si estuvieran en una vidriera. Debido a que dicho reclutamiento ya había sido realizado, y no había posibilidad de reforzar el plantel, le encomendó dar marcha atrás con los dirigentes a su amigo Carlos Altieri, que había viajado con él y que muchas veces lo representaba. 

"Me dijo que ni por toda la plata del mundo dirigiría al Atlas. Me mandó a mí a hablar con los directivos para decirles que nos encargábamos de los gastos del hotel y del viaje, y que se volvía. Le contestaron que se quedara a dirigir las divisiones inferiores. Hizo lo imposible para no quedarse, pero los mexicanos le dieron todo lo que pidió: un técnico, un preparador físico y un puesto de manager, desde donde manejaba todo el fútbol, ideal para él", recuerda Altieri. 

Le mantuvieron la plata prometida, la cual era una cifra muy importante. Llevaron como técnico a Mario Zanabria, viejo conocido suyo (jugaron juntos en Primera), y al uruguayo Esteban Gesto, a quien había querido atraer cuando se fue Jorge Castelli de Newell's, como preparador físico. 

Tenía un empleo muy acorde a su vocación de formador, con directivos predispuestos a satisfacerlo, el espacio ideal para disfrutar de sus seres queridos como nunca antes ni después en su carrera y sobre todo, condiciones económicas ideales. 

Bielsa, cuando hablaba de dinero con su amigo de toda la vida, le confiaba que en el fútbol necesitaba ganar lo suficiente para que no lo sorprendiera alguna eventualidad de los descendientes de ambos: "¿sabes para qué sirve el dinero? Para usarlo si tus hijas o las mías se enferman y hay que operarlas en los Estados Unidos", le decía. 

Pues de lo que había hablado siempre era una realidad. Sin embargo, después de firmar el acuerdo, su pensamiento era otro. La disconformidad lo envolvía. El Atlas no le reclamaba la exigencia de rigor que siempre impone. Tras la reunión en la que definió su asunción, entró a su habitación, miró a su amigo y le dijo "ahí está, ahí tenes el contrato que querías", revoleándole la copia de lo que venía de firmar.

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