miércoles, 11 de abril de 2012

BIOGRAFÍA DE BIELSA (13)


'LO SUFICIENTEMENTE LOCO', UNA BIOGRAFÍA DE MARCELO BIELSA (13)





SU VIDA 


... "CUANDO SOS TAN PERFECCIONISTA, VAS PERDIENDO LO HUMANO"


"Nunca somos la misma persona para diferentes interlocutores. Siempre llevamos una máscara, una máscara que cambia para cada uno de los papeles que tenemos asignados en la vida". Esta reflexión de Ernesto Sábato apunta a que no somos lo que creemos ser, sino lo que los demás piensan que somos. Y que nos comportamos diferente según las circunstancias o las relaciones. De esta manera, Marcelo Bielsa desarrolla sus múltiples máscaras: se adapta a los temas profundos que se abren en las rondas de familia, llamará de por vida "amigos" a los suyos pese a verlos esporádicamente, piensa que sólo debe tratar a los jugadores mediante el fútbol y no tiene el mínimo interés en que lo conozcan sus desconocidos.

Como en el teatro la tragedia y la comedia, sus dos caras son la seriedad con la que se muestra en público y su risa fácil rodeado de sus íntimos. Sólo estos conocen su carácter extrovertido, bromista y expansivo, salvo en aquellos momentos de sufrimiento, o sea, antes de un partido o después de una derrota.

También en el trabajo presenta dos aristas: el profesionalismo y la pasión, aspectos que logra hacer cohabitar pese a los prejuicios acerca de que es imposible.

Un día lograron que se definiera: fueron los periodistas del diario "As", que le pidieron que se presentara a la afición cuando llegó a Barcelona. "Soy sinónimo de ilusión, eso es", disparó tras pensarlo.

Para ser amigo de él hay que saber guardar distancia. Carlos Altieri es uno de los pocos (casi el único) que frecuenta; la amistad se dio desde el fútbol hacia la vida, y obviamente desde Newell's. Fanático como Marcelo, se empleó como delegado del club en la Asociación Rosarina de Fútbol; cuando Bielsa empezó a dirigir en inferiores, ya era vicepresidente de la entidad, cuyos torneos empezaron a jugarse, durante tres años, a medida de las preferencias del Loco.

Altieri lo conoce bien: "Está siempre en movimiento. Piensa a 200 por hora. Tiene en mente cada una de las cosas que lo preocupan y las tiene todas a la vez, desde una lesión de un jugador hasta un impuesto que tiene que ir a pagar".

Detrás de un ex deportista que no tiene ni la postura ni el andar de tal; del apodado "Don Carmelo Batata" por su hermano; de alguien que descarta los trajes y se envuelve en ropa deportiva, sea cual sea su tarea; del que siente debilidad por los ravioles, el puchero y los postres, aunque se preocupa por su silueta (de hecho suele internarse en un centro de salud de Entre Ríos). Detrás de un ciudadano que descree de los políticos y no habla de esos temas con casi nadie (le decía a su hermano que él junto a sus compañeros peronistas revolucionarios eran todos subversivos); de quien podría ser enrolado políticamente en centro izquierda, progresista; de un hombre que se rebela con la injusticia y la inmoralidad; detrás de todas esas facetas, existe un hombre que puede recluirse semanas en el campo de su suegro, en la localidad de Alcorta (provincia de Santa Fe), sin otra unión social que aquella con su mujer, sus hijas Inés (nació a fines de 1989) y Mercedes (de enero del 92), y un casero que no sabe nada de fútbol. Sin más que ocuparse del campo, mirar videos de fútbol y salir a trotar.

Y además, Bielsa es un ser casi consumido por la vocación, por los detalles, por querer tener una respuesta a cada inquietud, como dice su gran amigo: "Yo difiero con él en todo. Él es muy perfeccionista, yo dejo que todo se dé como se tenga que dar. Para mí, la prioridad es lo humano y cuando sos tan perfeccionista como él, vas perdiendo lo humano. Él tiene esa característica que hace que yo no crea que es realmente feliz. Es el costo del triunfo de su vida. Digo esto con lo difícil que es hablar del disfrute de cada uno, porque la felicidad de uno no es la misma del otro. Él tiene tantas cosas buenas para disfrutar... Pero no lo hace a propósito, ya está metido en él".

Sólo haber trabajado cinco años en México, que moderaron su forma verborrágica de exteriorizarse, pudieron desterrarle la idea que tenía sobre perder y que definía hace más de una década: "¿Usted sabe que yo me "muero" después de cada derrota? La semana siguiente es un infierno. No puedo jugar con mi hija, no puedo ir a comer con mis amigos. Es como si no mereciera esas alegrías cotidianas. Me siento inhabilitado para la felicidad

por siete días". Pocas veces se mostró tan terrenal como en una charla brindada a un grupo de alumnos del colegio donde estudió. "En el fracaso", les contó, "sufro mucho la injusticia del trato, no logré nunca dominar eso. Siempre sufro mucho cuando perdemos y cuando soy maltratado, pero sí logré no creerme la duración del éxito. Como no se revisa por qué ganaste, como te adulan por haber ganado, no porque mereciste ganar o por el recurso por el que ganaste, entonces tuve claro siempre que esa franela, ése es el término, es impostora".

Eduardo Bermúdez, uno de sus primeros técnicos, se suma: "La última vez que hablamos le pregunté cuándo va a largar. El no es como la mayoría de los técnicos, él termina el entrenamiento y empieza el trabajo duro. Cuando puedo le recomiendo que largue la profesión, que empiece a dar charlas. No puede seguir cargando con esta presión. En cualquier momento se va a infartar. Lo que lo hace distinto, su gran obsesión, también es lo que le resta felicidad".

El día anterior a su primer clásico como técnico, su hermano vivió una anécdota que pese a sonar repetida, nunca dejará de sorprender: "Llegué a la concentración del Liceo de Funes, pregunté en qué pieza estaba mi hermano, entré y lo vi tirado en la cama, cuan largo era. Sin mirarme, me preguntó '¿te acordás del negro Cali? ¿El que se fue a vivir a Nuevo México, a Estados Unidos, y cada dos o tres años se cortaba un dedo para cobrar el seguro de accidente de trabajo? Bueno, tengo ganas de hacer una promesa: si le hacemos cinco goles a Central, me corto este dedo'. Y me mostró el índice de su mano derecha. Le vi tanta ferocidad en los ojos, tanta soledad, tanta deliberación, que di un paso hacia él, aprontándome para restañar la sangre inminente. Con el 4-3 puesto, lo vi recién el sábado siguiente y no me atreví a mirarle la mano; aunque al fin y al cabo, cinco goles, lo que se dice cinco, no les habíamos hecho, así que tomé coraje y allí estaba la mano derecha, completa, con los cinco dedos, invicta". Sólo en el fútbol no usa una máscara de circunstancia, el único espacio donde se muestra tal como es y donde evidentemente no es un improvisado. Daniel Carmona trabajó con él desde las inferiores y dice que "llevaba diez años preparándose para llegar a primera división. En sus clásicos cuadernos Arte, tenía la biografía de cada jugador del fútbol argentino. No sé de dónde sacaba la información, pero lo tenía todo". Antes ya filmaba los partidos de Newell's desde la platea, en la época en que tener una cámara era cuestión de elegidos.

Siempre se las ingenió para conseguir imágenes de equipos de todas partes del mundo. En 1976, su amigo Roberto di Nóbile le enviaba compactos del fútbol español desde Madrid. Luego, a través de jugadores que habían emigrado a Europa, como Roberto Sensini. Y con el tiempo, gracias a conocidos y relaciones que tejió en muchos países. El mismo hoy paga muchos de esos videos que le llegan con fútbol de todo el mundo.

Marcelo se comportaba como técnico mucho tiempo antes de hacer el curso en Granadero Baigorria. Incluso, su frustración como jugador profesional fue un punto de inflexión en su visión de este deporte. Haber sido un jugador de buena técnica pero lento, lo hizo recapacitar acerca de la constante movilidad necesaria para jugar. Le gusta jugar con líbero, cuando él, siendo zaguero central, lo hacía en zona porque su contextura física le impedía girar con facilidad. El poder de esfuerzo para entrenarse le dio a pensar la importancia de tener que estar preparado físicamente casi hasta el límite.

Jorge Griffa dice que "no tenía las características de un gran jugador, pero sí tenía los conceptos del gran jugador". Un futbolista del montón recapacita qué tendría que haber hecho después, quizás al día siguiente; al distinto se le ocurre antes de lajugada.

Debutó en la primera de Newell's el 29 de febrero de 1976, en la 4a jornada del Metropolitano, 1-2 ante River en Rosario. No pudo tapar a Ártico cuando éste empató el partido y vio cómo Sabella lo esquivaba antes de tocar a Crespo, que definió y lo dio vuelta; así y todo, Juvenal lo calificó con 6 puntos. El equipo formó con Bargas; Aguerópolis, Bielsa, Capurro, Ortiz; Gallego (luego Ribeca), Berta (Picerni), Mario Zanabria; Robles, Palacios, Rocha. Volvió a jugar la semana siguiente en el 1-1 con San Lorenzo en Buenos Aires y recién lo hizo nuevamente el 14 de diciembre, simplemente porque Newell's, para jugar por la última

fecha del Nacional, contra Talleres (perdió 3-1) en Córdoba, presentó técnico (Roberto Jesús Puppo) y equipo alternativos (Bargas; Delpóntigo, Bielsa, Jara, Aguerópolis; Ribeca, Bulleri, Roque Raúl Alfaro; Danguise, luego Rodríguez, Irigoyen, Costa, más tarde Cicapolli).

Su paso por Instituto, al año siguiente, casi nadie lo tiene en cuenta, porque jugó en el campeonato de la liga local y porque en pleno transcurso, debió volver porque su hermano había sido secuestrado por la dictadura militar que ya imperaba en el país. El 16 de julio de 1978, jugó su último partido en Newell's (ingresó en reemplazo de Capurro), que fue su única victoria: 3-1 ante Gimnasia en La Plata, en un equipo que ya dirigía Miguel Ángel Juárez.

La excelencia inculcada por su madre, el mensaje antimediocridad, lo llevó a retirarse cuando entendió que si a los 23 años, su presente demandaba jugar en Argentino de Rosario, en Primera C, debía prorrogar sus sueños de fútbol.

Marcelo le confía a sus amigos, desde joven, que la influencia de su mamá fue fundamental. La máxima que en su niñez oyó hasta el cansancio, "nunca te guardes el último esfuerzo", hoy la reproduce. Su hermano Rafael Antonio, dos años mayor, dice ser igual de ordenado con la documentación y en la persecución de una meta personal. Y también se refiere a su madre, quien se encargó de criarlos, como gran causa: "Siempre fue muy rigurosa, imponiendo sacrificio. Para ella las cosas se deben obtener después de un trabajo muy largo; si no, no sabremos cómo perseverar para conservarlo. Los tres, mi hermana menor también, heredamos esa obsesión".

Lida Silvia Rosa Caldera se llama esa señora, que fue una recta profesora de historia con una presencia que hacía temblar a las alumnas del Misericordia. Una presencia que generó que sus hijos se sintieran más cómodos siempre asumiendo riesgos.

Lida es quien le aclaró a su hijo Marcelo que debía estudiar o trabajar, tras el fracaso en el curso de ingreso a Agronomía (10 en Matemáticas y 3 en Castellano, con lo que no le dio el 7 de promedio). El resultado fue su fuga a la pensión de Newell's para jugar al fútbol, la desesperación nocturna de Lida y la consecuente búsqueda por parte de su padre. Marcelo también heredó de ella una forma de llamar diciendo "venga, venga".

Su hermana se llama María Eugenia; de chica (es tres años menor), Rafael y Marcelo la sobornaban para que se quedara tocando el piano, mientras su madre, al tiempo que corregía la tarea de sus alumnos, pensaba que eran los varones, y ellos salían por la ventana con la pelota.

Todos estudiaron largas carreras; Eugenia es arquitecta y fue vicegobernadora de la provincia de Santa Fe. Marcelo le contaba a uno de sus compañeros del profesorado de educación física, "en mi casa estoy rodeado de una cultura impresionante, no te imaginas el nivel de charlas, el más bajo soy yo". El técnico de fútbol de la familia conoció a su esposa, Laura Bracalenti (con quien se casó en 1987), cuando su hermana la invitó a estudiar a la casa.

Las actuaciones del Seleccionado las toman cada uno con su estilo. El padre con indiferencia, la madre con preocupación por tratarse de su hijo, la hermana con una atención relativa porque no le interesa el fútbol pero sí su hermano, y el hermano, con fanatismo, hasta con un conjunto de ritos cabalísticos.

El papá, Rafael Pedro, Bielsa y abogado como manda el designio, dejaba una confidencia en 1998, en "El Gráfico": "Nunca vi jugar o dirigir a Marcelo no porque no me guste el fútbol, sino porque soy hincha de Central. Y además a mí me gustaba el fútbol de antes, sin tanta marca y presión. Discutimos con él esto siempre que viene a casa. Él coincide, pero dice que debe preparar sus equipos para ganar partidos".

Rafael padre, un convencido de que "la salvación de los pueblos es la cultura", usa un criterio personal para evitar hablar de la ocupación de Marcelo, con la misma capacidad de incomodar de su hijo: "Para mí en el fútbol debe haber diez Maradona. Este fútbol no lo entiendo y no puedo hablar con él".

Los tres hijos reconocen que no fue fácil crecer en la familia. Rafael escribió en "Clarín" que "aun cuando conociéramos las claves, el trabajo era agotador. Era forzoso leer continuamente, tener algo con sentido para decir, ser rápido y filoso en las respuestas, despreciar los bienes materiales, menospreciar las tentaciones, apreciar las normas del clan". Alguien que quiere mucho a Marcelo y que lo frecuentó en estos cuatro últimos años, también utilizó el término "clan" para definir a la familia, a la cual el Loco le está muy agradecido.

Marcelo, que padeció el rigor al punto de considerarlo casi traumático, arrastra su forma de ser de los preceptos que enumeraba su hermano, sobre todo del desdén al dinero (muchas veces ayudó a sus amigos necesitados).

Bielsa vive dando razones. En definitiva, porque él medita la razón de cada paso que da. Estimulado en su pragmatismo, actuando siempre en función de un proyecto, de su visión. A los jugadores no los convence haciendo participar de las ideas, sino exponiendo y fundamentando su conocimiento. Aunque a veces, también es inseguro. Por ejemplo, a un futbolista puede preguntarle varias veces antes de un partido si está seguro de que va a poder correr 30 metros a un rival. Sólo en la planificación total navega en la certeza.

Daniel Carmona, uno de sus ayudantes en su época de técnico de Newell's, fue un fiel testigo de los cambios de Marcelo, que llegaba a retarlo muy fuerte, pero recapacitaba al día siguiente y le pedía perdón.

El periodista Miguel Tití Fernández rescata una anécdota del mismo estilo: "Viajamos en el mismo vuelo a la Copa América del 99. En el aeropuerto de Asunción, me anotó un número de teléfono y me lo dio. Es para el amigo, no para el periodista', me dijo. Después de perder contra Colombia, el día de los tres penales errados por Palermo, un momento muy duro para Marcelo, lo llamé porque creí que era el momento. Me contestó bien seco: 'Discúlpame, pero a mis muertos los velo yo solo'. Me puse loco, lo hubiera cagado a trompadas. A la mañana siguiente, suena mi celular: era Marcelo, que estaba viendo el partido grabado, y me llamaba para pedirme disculpas".

Cuando tenía 25 años, Bielsa alquilaba casas y las habilitaba como pensiones. Su padre dice que por la obsesión que tenía por leer, cuando pudo se compró un kiosco de diarios en Rosario, del cual hacía él mismo el reparto.

Le da pánico viajar en avión, donde ni siquiera puede dormirse. Aunque apenas baja de la nave, adquiere cuanto material periodístico deportivo se le cruza. Le llegan diariamente cinco publicaciones de todo el mundo y por Internet se encarga de acceder a por lo menos una decena más. Es asiduo lector del diario español "El País". Cuando dirigió al Espanyol, aceptó gustoso una invitación para comer en la redacción de la revista "Don Balón", donde preguntó hasta acerca del proceso de confección. Recibido de profesor de educación física, a principios de la década del '80, se radicó en Capital Federal, en un ambiente en el T piso de Córdoba y Maipú, una zona plagada de oficinas. Y gracias a los contactos de su hermano en la función pública, fue el entrenador de la selección de la Universidad de Buenos Aires, en lo que fue su primera experiencia como DT. Aldo Forti, uno de los arqueros de aquel selectivo, conmemora que "su llegada fue todo un shock. Antes teníamos un técnico que vivía en pedo, siempre estaba con la nariz colorada; hacíamos una gira por el interior y no sabía dónde ni a qué hora jugábamos. Llegó Marcelo y apenas puso un pie, mostró su forma de ser, todo derechito, tratando a todos de usted, con sus conos, banderas y cronómetro para entrenar". Ni siquiera disponían de luz, por lo que como los entrenamientos eran nocturnos, no podían realizar trabajos tácticos.

Miguel Caloni era otro de los sorprendidos por una nueva manera de practicar, pese a que casi no tenían contra quién jugar: "Bielsa pudo organizar un par de amistosos: empatamos 0-0 con la tercera de Boca y perdimos 3-1 contra la de Argentinos donde jugaba Borghi... Me acuerdo que era muy impulsivo; un día, jugando contra los graduados, un rival que había jugado de 9 en San Lorenzo, llamado Vilar, le pegó un codazo a uno de nosotros, y Bielsa quiso entrar a pegarle. Lo tuvimos que parar entre todos, no le importaba que el tipo había ido con la esposa y con la hija. Nos daba gracia además, algunos términos que usaba, que quizá los arrastraba de Rosario. Aquel día, por ejemplo, decía 'lo voy a agarrar a puñetes'".

Es de actuar asombrando a todos y cambia cíclicamente, típico, según dicen, de su signo cáncer.

Su hermano Rafael, uno de los pocos que siempre lo apoyaron y llegó a compartir su sueldo para que desarrollara su sueño, se desempeñó en cargos estatales desde la adolescencia: en 1974, a los 20 años, ya trabajaba como auxiliar en la Fiscalía Nº 2 de los Tribunales Federales de Rosario. Hasta la renuncia de Fernando de la Rúa a la Presidencia, había sido el síndico general de la Nación, una función muy expuesta, desde la cual fue víctima de un plan de amenazas diseñado, según él, por profesionales (llegaron a tirar una bomba en el estudio jurídico del padre). Luego fue el Canciller de la Nación.

Años antes, por ejemplo, había sido designado experto de las Naciones Unidas en la Misión para la Verificación de los Derechos Humanos en Guatemala y asesor de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador; en el '92, renunció a la Dirección de Gestión y Resultados de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. También jugó al fútbol, como "clásico volante tapón", hasta la tercera de Newell's.

Sin embargo lo que más lo marcó fue haber vivido en persona la serie de torturas, amenazas y denigraciones que el último gobierno militar desparramó en la República Argentina, tras su secuestro y reclusión en un descampado de la localidad de Funes. Recuerda el Mundial de 1978 "sin ninguna connotación de alegría". Y alguna vez escribió un texto emocionante llamado "Esos años sin par". Allí se refirió a su traumática década del '70: "Si hay una certeza en los que pasaron por el secuestro, la tortura y el exilio, es que en la mayoría de los casos ni la lógica militante ni la ideología ayudan a tolerar dichos trances con dignidad. Es la dureza anímica circunstancial, la pasión, lo que prevalece. (...) Los frutos de esta democracia son una prolongación de las tortuosas raíces de los '70. (...) Muchos de nosotros, como mi amigo Rodolfo Galimberti, fuimos insurgentes, no insurrectos. En aquel sentido, una eficaz herramienta para dañar planificada-mente al enemigo de entonces. (...) Vivir los '70 fue lo más trascendente que me pasó en la vida. Me gustaría volver a vivir el primer tercio de los '70, si pudiera tener los mismos 20 años que tenía. Es el sitio donde comencé a formularme una cantidad de preguntas importantes, sin haber obtenido respuesta suficiente. (...) Si no nos hubiera importado tan poco nuestra sangre, ¿nos habría interesado de un modo diferente la ajena?".

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