miércoles, 11 de abril de 2012

BIOGRAFÍA DE BIELSA (8)


'LO SUFICIENTEMENTE LOCO', UNA BIOGRAFÍA DE MARCELO BIELSA (8)







MÍSTICA

... "ESTE EQUIPO MERECE QUE HABLEN DE SU GARRA Y DE SU FIEREZA" 



En el arte de conducir, Bielsa entiende que debe acompañar de alguna manera lo que le pide a los jugadores. "Me preocupo en anotar cada movimiento futbolístico que percibo, ya sea en directo o en video. La transmisión oral no alcanza para producir modificaciones en el fútbol. Se requiere de algún ejercicio que la contenga, para que sea correctamente comprendida por ellos", son sus palabras. 

Esta definición guarda mucho de la doctrina filosófica denominada empirismo. Los empiristas postulan que todo lo que incorporamos debió haber pasado antes por los sentidos. Pero Bielsa, sin saberlo, también rescata de sus opuestos, los racionalistas, quienes priorizan la razón y el intelecto sobre los sentidos. Son aquellos que dudan de la infalibilidad del hombre, lo que incorporó en su modo de desenvolverse el técnico de la Selección Nacional. Y también ha influido en él el gran objetivo de la tercera escuela, el pragmatismo: todo debe fundarse en lo que se aspira a tener. Todo lo que Marcelo hace es por un objetivo trazado anteriormente; en el fútbol y en la vida, lo domina el resultado final.

Bielsa tiene una concepción del fútbol casi científica. Por eso puede justificarse las horas que consume desentrañando rasgos de una actividad que no sabe de misterios y sí de misteriosos. 

La gran prueba que refuta su empirismo, su necesidad de experimentar lo que le llega para darle validez, son sus entrenamientos, que constituyen fragmentos de partidos. "En lo táctico ya está todo inventado. A las jugadas que anoto porque me gustaron, después trato de obtener, a través de un ejercicio, un recurso para que los jugadores lo incorporen. Nunca repito esos ejercicios, porque el futbolista es dependiente y de no cambiarle el entrenamiento, sólo memorizaría y ejecutaría lo que el técnico le enseñó, entonces el culpable será el entrenador si la jugada sale mal", opinó en 1991. 

No repite los ejercicios, aunque sí dónde apunta con ellos. Fue una de las quejas que recibió en Vélez; no entendían por qué hacía tanto hincapié en los gestos técnicos básicos. Localiza una cualidad y no para hasta mejorarla. Dibuja posibles movimientos y ordena llevarlos a cabo. Divide el campo de juego para que los jugadores incorporen lo que quiere su técnico que hagan en determinados sectores de la cancha. Las tareas, rutinarias, están cimentadas en la generación de variantes casi automáticas. 

Se vale de un grupo de "sparrings", jugadores juveniles que primero deben aprender los ejercicios para que luego Bielsa les muestre a los mayores empíricamente lo que desea. A aquellos les pide la mayor atención. Juan Manuel Torres, luego profesional en Racing y San Lorenzo, todavía recuerda sus épocas de sparring: "Un día me equivoqué y gritó '¿no podemos traer chicos que entiendan los ejercicios?'". 

Los equipos de Bielsa usufructúan los tiros libres y los córners. Su Newell's tenía un promedio de por lo menos un gol cada dos partidos mediante "jugadas de probeta". La reproducción sucesiva de movimientos perfecciona, es indudable, porque la mayoría de los jugadores de Newell's sabía cabecear bien.

Alfredo Alegre, periodista de "El Gráfico", escuchaba sus prédicas a comienzos de los '90: "Yo pretendo que mis jugadores, en ataque, se europeicen para desmarcarse y se argentinicen para gambetear. Boldrini tiene que ser Butragueño; Franco, Michel; Zamora, Manolo, ese wing derecho del Atlético de Madrid que la rompe y se parece a Houseman". El cronista lo interrumpió haciéndole percatar que lo que pregonaba era casi una utopía: "Ahí sí que nos divertiríamos todos"; "ustedes, yo no. Lamento que nunca vea un partido para divertirme. Me cuesta sacarme al entrenador de la cabeza", le replicó Bielsa. Una clara demostración de que su mirada de este deporte es amplia, para algunos inexplicable, pero sobre todo, distinta. 

Cuando le preguntan para qué sigue acumulando tanta información, responde, por ejemplo, que "necesito seguir incorporando variantes para ver cómo puedo atacar sin que resulte previsible". Con la fórmula de demostrarles lo que quiere (y también corregirlos) a través de los ejemplos prácticos, sumada la prédica del protagonismo, los convence. Y una vez convencidos, se los apropia. Así crea la mística que caracterizó sus distintos períodos como entrenador. 

Sabe que un técnico sólo puede obtener prestigio a través de los jugadores: "El responsable es el conductor, con la conformidad de los referentes del grupo, que son los modelos y sustentan con su comportamiento el reconocimiento colectivo". 

En su libro "Liderazgo", Jorge Valdano le preguntó si elige la autoridad o la persuasión como modelo de conducción; prefirió "la persuasión, pero con la visualización de que ante la negativa caprichosa se imponga la autoridad. El reconocimiento de poder vuelve efectiva la persuasión. Los egoísmos y las "negatividades coyunturales" de los destinatarios, vuelven inefectivos los mejores recursos persuasivos". 

En el mismo libro, cuyo tema es el rol y las virtudes que debe tener todo aquel que encabeza un grupo, se refirió a los errores más comunes de un líder: "La falta de estatura en la convivencia con la adversidad; la incapacidad para visualizar la derrota como un espacio o escenario para robustecer los principios, y no afrontar con honestidad sus decisiones y sus actos fallidos". Los dos primeros (generados lejos del éxito) lo atormentan, el tercero (asumir las consecuencias negativas) fue la táctica para lograr el compromiso de sus dirigidos en la Selección. 

Bielsa lidió con la primera carnada de jugadores superprofesionales, que no sólo se diferencian de sus antecesores en las cifras que mueven, sino en la estética personal, en ser la fuente de ingresos de un grupo numeroso que corre a su alrededor y también en la relación Selección-prioridad. En la Copa América '99 abundaron las excusas (no las razones) para desistir de representar a la Argentina, lo que provocó la reacción de Diego Maradona, Oscar Ruggeri y cualquier otro que se hubiera calzado la camiseta nacional. Recién con los buenos resultados, la posibilidad de hacer historia y la mística instaurada, los jugadores tomaron conciencia de lo que significa jugar en "el equipo de todos". 

Demoró en conseguir la asimilación del mensaje por parte de los futbolistas. Por eso se decepcionó tras perder ante Brasil por la Copa América de 1999, en un partido en el que había ordenado que encimaran a los creadores. Para Marcelo, en el fútbol el conjunto prevalece ante las individualidades y su previsión apunta a certificarlo. Aquel día, Argentina dejó mejor imagen colectiva que su clásico rival, pero una inspiración de Ronaldo y un gran tiro libre de Rivaldo decretaron el 1-2. Bielsa lo entendió como un duro revés a sus postulados. "Tendré que bancarme a los que les digan 'para qué le haces caso a este tipo si los brasileños te ganan sin esforzarse', y volver a convencer a los jugadores", les confiaba a sus íntimos. Debía defender su mensaje sin resultados que lo avalaran. Sólo la energía con la que lo transmitió y los ejemplos que antepone como fundamentos lo hicieron posible. 

Después del Mundial, con el fracaso a cuestas, uno de los dolores que más lo apretaba era el que tenía que ver, justamente, con el descrédito sobre su mensaje. El discurso, en el fútbol como en pocos otros órdenes, depende del triunfo para hacerse valer. Sólo la propuesta de renovar el ciclo lo estabilizó, tal como declaró en la conferencia de presentación de su segunda gestión como técnico del Seleccionado, que abarcó más de tres horas: "La pregunta que me hice fue si tenía derecho a seguir. Las herramientas utilizadas merecen la posibilidad de intentarlo de nuevo. Creo en la vigencia de los recursos utilizados". 

A Newell's llegó en 1990, tres años después de un apelativo impuesto por un técnico anterior Jorge Solari, que le dolía ante todo como hincha: pecho frío. "Esta institución cargaba sobre sus hombros un mote muy injusto que le habían adosado y por eso, para nosotros, era tan importante deshacernos de él. Este plantel merece que aquellos que negaron su capacidad, ahora hablen de su garra y de su fiereza", reflexionó apenas ganó el primer título. 

Aquel Newell's fue pura energía: "Hubo un cambio fundamental, contagiado de la cancha hacia la tribuna. Antes, nuestra hinchada le transmitía su frialdad a los jugadores. Ahora, se revirtió. Gamboa fue fundamental: contagia, transmite, enciende. Hay un hecho sintomático: mientras festejábamos el título del Apertura en el campo de juego, el alambrado se derribó hacia el lado de la tribuna. Los que hacían más fuerza para festejar eran los propios jugadores". 

Su hermano Rafael describe otros rasgos en su libro: "Mandón como pocos, nunca tuvo problemas con sus superiores en los clubes donde trabajó. No habrá problemas mientras el negocio no interfiera en una rutina de centros o si no ponen en riesgo el proyecto del técnico de la máscara de hierro de ser el mejor a través de sus jugadores9'. 

Raúl Gámez, quien nunca lo llamaba porque no quería interrumpir su trabajo, piensa que "si Marcelo descubre un dirigente que lo quiere limpiar, se va primero él". Héctor Domínguez, en ese momento tesorero de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), rescata que "él dice muchas veces 'soy un empleado', se refiere a 'mis empleadores'. Muy pocos técnicos y jugadores hablan de esa manera. Lo hace por respetuoso y porque entiende que existe una estructura". 

Realmente no tiene problemas en declarar que se debe a lo que dictaminan sus "superiores". Antes del Mundial, Rafael pronosticaba que "el festejo popular podría emocionarlo profundamente. Y si la dirigencia de la AFA y la política disponen que los jugadores vayan al besamanos y todo ese show que se suele hacer, es posible que vaya, pero no porque él quiera. Si va es porque lo llevan". 

Aunque, así como se siente "empleado", su relación con Julio Grondona, el presidente de la AFA, se basó más en los desencuentros que en los acuerdos. En realidad, nunca tuvieron diálogo. 

El 23 de abril del 2001, en conferencia de prensa, debió contestar negativa y taxativamente si había pensado en renunciar, tras discutir con Grondona, quien había permitido la cesión de Diego Simeone de la Lazio de Italia, un día después de lo estipulado por el reglamento. 

Por el mismo tema de las convocatorias, en julio de 2003 llamó a conferencia de prensa para el mismo día. Con vistas a un amistoso frente a Uruguay, Bielsa había nominado 17 jugadores como lo hace siempre: haciéndoselo saber a la AFA, a los clubes y a la prensa al mismo tiempo, para evitar influencias. Influencias que finalmente surgieron, porque la AFA aceptó el pedido de River, y no incluyó a Luis González y Javier Mascherano. 

El técnico creyó conveniente salir a hablar para demostrar que no había sido de él el trato sin igualdades. De lo contrario, nuevamente pondría en juego la confianza de los futbolistas, algo que siempre tiene en cuenta. Volvió a referirse a sus "superiores", aunque declaró que "acepto sus decisiones, pero tengo la necesidad de diferenciarme de ellas". Varios dirigentes habían pensado que esa tarde Marcelo renunciaría. 

Hasta marzo del 2002, cuando fue a discutir por la deuda que mantenían con él, no conocía las oficinas de la Asociación, en la calle Viamonte de Capital Federal (quien negociaba por él siempre era Marcelo Fernández, su contador). Grondona viajó por primera vez con este cuerpo técnico a Alemania, en el amistoso previo a la Copa del Mundo, para reunirse por esa deuda, y Bielsa le recriminó en un tono casi violento el incumplimiento en sus haberes. 

Fueron motivo de numerosas notas periodísticas aquellos 490 mil dólares de atraso (cobraba 70.000 mensuales), que generaron controversia entre Bielsa y los dirigentes debido al cambio de convertibilidad monetaria en la Argentina. Ambas partes siempre estuvieron de acuerdo en trasladar a pesos los meses siguientes, pero el entrenador, único en la AFA que tenía contrato en dólares, imponía cobrar lo ya adeudado en esa moneda. 

El apego al trabajo de Marcelo abruma. Cuando le afectan lo laboral, no domina las voluntades. Gámez soslaya un ejemplo, "Día a día me sorprendía. A pocos días de su llegada, fuimos con uno de los vicepresidentes a hablar con él, en una práctica de un sábado. Cruzamos la cancha y nos echó. Nos echó con toda naturalidad. Me quedó un fuego por dentro... Por haberme equivocado, por querer ir a hablar con el técnico en un momento en el que estaba trabajando. Lo que le íbamos a preguntar era simple, cómo estaban las cosas, si necesitaba algo. Y le agradezco que nos haya echado porque ese tipo de actitudes siempre enseñan, cuando vienen de buena leche, por exigencias de trabajo". 

Fernando Pandolfi recrea la misma época: "En la camioneta en que viajaban llevaba un video con una batería y una pantalla. A sus asistentes no los dejaba dormir nunca". Por medio de las imágenes, analiza el funcionamiento colectivo y luego el individual. 

Pocas veces estuvo tan ansioso como en la semana previa a la victoria a Brasil por Eliminatorias, en el 2001; en la concentración de Ezeiza, con la única misión de trabajar, de seguir recolectando datos y reflexiones en su visión compleja del fútbol, sentado junto a un colaborador frente al verde del predio, mostró su otra cara: "Mire esos eucaliptus, mire todos estos árboles, la naturaleza, ¿por qué yo no podré disfrutar todo esto?". 

Bielsa permanece horas delante del video buscándole al rival el punto débil. En "Sobre héroes y tumbas", Ernesto Sábato se adelantó a los hechos: "Los apóstoles de la máquina nos dijeron que cada día daría al hombre más tiempo para el ocio. La verdad es que el hombre tiene cada día menos tiempo, cada día anda más enloquecido". 

Cuando no entrena ni disputa amistosos, se encierra a montar los videos que prepara para luego señalar a cada jugador los errores cometidos. Bilardo acumula 6500 cassettes y dice ser el que más tiene en el mundo; Marcelo nunca contó los que él tiene, pero sólo a Japón llevó casi 7000. Quedó la idea, igualmente, de que Bielsa vio esa cantidad en los meses previos al Mundial, pese a lo imposible que podría resultar esa tarea para un ser humano. Ricardo Rentería, quien lo ayudaba en el América de México en lo concerniente a la computación cuando Marcelo no estaba muy preparado en la materia, trabajaba con él delante del televisor: "Lleva una finura de trabajo muy grande. Agotaba. Para sacar una edición de un defensa central llevábamos 3 horas y cuando la tenía en sus manos, pedía la del volante central, y luego la del delantero". 

Cuando analiza por televisión un encuentro, lo divide en fragmentos de cinco minutos. En cada uno califica individualmente, marca situaciones de gol, extrae porcentaje de posesión, dibuja las jugadas que le agradaron y así extrae el equipo que dominó. 

Bielsa siempre fue de trabajar en su casa o en su campo de la localidad de Alcorta, incluso invitando a sus ayudantes. Con Guillermo Lambertucci y Daniel Carmona, que trabajaban con él en Newells, giraba alrededor de una larga mesa de madera, les mostraba revistas, correspondencia o faxes, y les ordenaba distintas tareas. Debían seleccionar reportajes, realizar seguimientos de equipos y jugadores, responder los pedidos de cada carta según su criterio o conseguir los videos de los rivales, con las dificultades de la época. 

Lambertucci era un amigo con quien había compartido el profesorado de educación física. Carmona recuerda que "Marcelo no nos exigía horario ni nada. Sólo que, a más tardar, el martes estuvieran los videos, los informes del rival, los resúmenes de las entrevistas. No nos preguntaba quién de los dos había hecho el trabajo, sólo quería que estuviese. Un día, me pidió que fuera a buscar a las once de la noche un cassette que llegaba de Buenos Aires y que lo llamara apenas lo tuviera. Debí pedirle por favor al chofer que me lo entregara, que hizo una excepción porque tenía la orden de llevarlo al club. Entonces lo llamé a Marcelo para tranquilizarlo, para decirle que ya lo tenía, y él me contestó 'te pido un último favor, ¿no me lo traes a casa?'. Era un día de invierno, de lluvia y yo andaba con una Zanellita 50...".

La acumulación de datos la realizan en forma prolija y temática, en conjunto. El se encarga de lo técnico y lo táctico, y recibe la información meramente estadística para procesarla. Su gran aliado actualmente era Claudio Vivas, que cuenta con las características ideales, más allá de coincidir ciudad natal (Rosario) y fanatismo por Newell's: vocación por estudiar el fútbol, bajo perfil y gran margen de toleración para trabajar cuantas horas sean necesarias según el técnico. 

Vivas atajaba en la cuarta "B" de Newell's, al mismo tiempo que Bielsa dirigía la "A". Claro, a aquella división eran relegados los que estaban tapados por uno mejor en su puesto y los que directamente no tenían condiciones: "Era un desastre al arco, pero como mi papá José era dirigente (no sólo eso, sino que había fundado la escuela de fútbol infantil), nadie se animaba a decírmelo. Tuvo que ser Marcelo quien me advirtiera que no iba a tener posibilidades y que me dedicara a otra cosa", acepta quien hubiese sido uno de los arqueros más bajos de la historia. Incursionó entonces en la carrera de técnico (que realizó dos veces) en el Instituto Superior Abanderado Grandoli. Se recibió con apenas 22 años, en el '93. Bielsa dirigía al Atlas, lo tenía en mente y lo llamó apenas se separó de sus asistentes Vignale y Lambertucci. 

Vivas comenzó filmando los entrenamientos y pasó a tener un abanico de funciones muy amplio que incluía toma de decisiones, la distribución de las marcas en las pelotas paradas y el trabajo con el grupo (de delanteros o defensores) que Bielsa dejaba. 

La presencia del experimentado (trabajó junto a León Najnudel, en River, el Ferro de Carlos Griguol e Independiente) Luis María Bonini tranquilizó a Julio Grondona cuando Marcelo Bielsa presentó su grupo de trabajo. Los "profes" adquieren relevancia para el presidente de la AFA desde que encontró en Ricardo Pizzarotti, con quien confronta públicamente desde que trabajó en la era de César Menotti, la gran causa de la gestión trunca de Daniel Passarella. 

Con Bielsa Bonini trabajó primero en el Atlas, en una relación interrumpida mientras el Loco dirigió a Vélez. Lo conocía de su trabajo como profesional y había afianzado la relación en las cenas que organizaba, en el restaurante "La cantina de David", un grupo de amigos de Bonini: los periodistas Adrián Paenza y Miguel Tití Fernández, junto a Carlos Timoteo Griguol y Víctor Marchesini, entre otros. 

A Javier Lucho Torrente, su segundo colaborador en Argentina, le pagaba el sueldo de su bolsillo. Es quien preparaba los elementos necesarios para el entrenamiento, como dividir la cancha con cintas y distribuir la parafernalia de conos, casi un escenógrafo de las prácticas. 

Rafael Bielsa parece más que un hombre de la misma sangre, casi un admirador de Marcelo. En abril del '98, escribió en el diario "Página 12": "De chicos estábamos con la barra de la esquina. Eramos los más jóvenes. Y le preguntaron a Marcelo si no le gustaría que de lunes a viernes fuera fin de semana, y sábado y domingo de lunes a viernes. Con el ceño de chimango tronador que todavía conserva, le contestó que 'no, porque el trabajo sería un descanso'. Igual que el ceño, también conservará por siempre este concepto: el trabajo es superior al descanso, algo que nunca permitirá que alguien invada. Esa es su nota distintiva". 

Muy pocas personas lo conocen francamente. Qué mejor pues, que su hermano rubrique este capítulo: "Será un técnico establecido pero jamás aposentado. No puede quedarse quieto, siempre intentará ir más allá. De chico jugaba al fútbol más horas de las que dormía. Hoy trabaja más horas con el fútbol de las que vive".

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