miércoles, 11 de abril de 2012

BIOGRAFÍA DE BIELSA (11)


'LO SUFICIENTEMENTE LOCO', UNA BIOGRAFÍA DE MARCELO BIELSA (11)





RELACIÓN CON LOS JUGADORES 



... "HABÍA QUE ESTAR PREPARADO PARA BANCAR A BIELSA" 



Es notable cómo Marcelo Bielsa no ha variado el discurso a lo largo de los años. Llama igualmente la atención que su relación con los jugadores haya sido regida siempre por idénticos parámetros, haya acarreado similares problemas y haya producido que ellos, más allá de donde los ha dirigido, rescaten las mismas características del Loco. Sólo influyó el contexto en el cual desembarcó en cada uno de sus trabajos, por lo objetiva y subjetiva que es a la vez la realidad. 

Sin la verborragia de César Menotti ni el estilo paternal de Carlos Bianchi, por ejemplo, sus virtudes de conductor no son advertidas de inmediato por los futbolistas. Su figura de anticarismático provoca que primero lo miren de reojo. El ex presidente de Vélez Raúl Gámez lo sabe por haberlo vivido: "A los jugadores se los va ganando con la dedicación, el trabajo y la hombría de bien. Fijate que es muy difícil que hablen mal de él, mientras que de otros técnicos que tienen más renombre, siempre hay alguien que los critica". 

Una constante en sus etapas de entrenador es haber sido criticado y menospreciado por los mismos jugadores que a su partida, no sólo lo elegían sobre el resto, sino que también lo exteriorizaban. Un ejemplo: Martín Posse era uno de los pocos que se enfrentaban con él en las charlas sobre la táctica a utilizar; tiempo después, lo invitó a su casamiento. 

Bielsa tiene un precepto: "La conducción es fundamentalmente convencer". Y para ello, sabe que para vender algo primero hay que querer comprarlo. 

Establece un orden: "Se puede ganar con un estilo y con el antagónico, pero no con aquel en el que uno no cree". Este es uno de sus axiomas preferidos, creer fuertemente en lo propio, para lo cual necesitó de años, hasta que armó sus conceptos, que hoy transmite con la energía y el entusiasmo que el convencimiento le da. 

El psicólogo social Emilio Cos Cuevas le da la razón: "El jugador debe tener claro qué es lo que tiene que hacer personalmente en la cancha y qué busca el equipo. De no ser así, puede sacar la conclusión de que él no lo sabe porque el técnico tampoco. Y así, indudablemente, le perderá la confianza". En este sentido fundamental de la credibilidad al técnico, juegan varios factores. En primer lugar, la chapa del conductor. A su arribo al campo profesional, no cargaba precisamente con una mochila de triunfos. Por eso declaraba después del título del Apertura '90, su primer torneo: "Soy tan sólo el producto de 16 años con mensaje. Porque Menotti y Bilardo, más allá de sus diferencias, lo tuvieron y lo propagaron. En lo personal, nadie sabe el peso que me saqué de encima. Porque yo partía en desventaja frente a los jugadores. Qué diferencias había con los muchachos de River... A ellos, Passarella les decía "perdemos 1 a 0, pero hay que ir al frente, como aquella vez, en el Mundialito, contra Alemania, cuando le dimos vuelta el partido en cinco minutos". Yo me podía referir a algún partido contra Botafogo, un equipo de la Liga Rosarina... Daba un enorme handicap de credibilidad. Ahora no. Soy otro técnico argentino que puede contar los episodios que llevaron al logro de un campeonato". 

El arte de motivar a un plantel necesita también de variantes en el mensaje. Juan Manuel Llop, referente en Newell's, figura en las dos finales frente a Boca en una posición en la que nunca había jugado, decía en aquel entonces: "Vivimos concentrados y jugando, pero no nos atrapa la monotonía. Eso es virtud de Bielsa, que tiene una esencial: brinda el mensaje exacto para cada partido. Nunca entramos vacíos de emoción; siempre tenemos un motivo, una ilusión, una esperanza...". 

Para ejemplificar aquel concepto de que la relación de Marcelo con los jugadores se desarrolló siempre de la misma manera, sin importar el club ni la época, sirve relacionarse con los estudiantes universitarios que dirigía cuando estaba a cargo del seleccionado de fútbol de la Universidad de Buenos Aires. 

Aldo Forti, arquero suplente en aquel selectivo, recuerda: "De Bielsa rescato como punto distintivo el transmitir lo que siente por lo que hace. Contagiar y entusiasmar". Forti, que luego lo volvería a encontrar ya como técnico profesional, rescata como anécdota saliente un hito que se repetiría en sus sucesivas labores: enfrentarse con el experimentado del grupo. Lo memoriza mejor Miguel Caloni, mediocampista derecho del equipo universitario: "Todos recordamos cuando quiso trompear al capitán del equipo: Eloy del Val, un tipo considerado casi intocable, que cagaba a pedos a todos. A la segunda vez que discutió, Marcelo se encerró en el vestuario y se sacó el saco, el reloj y todo lo que tenía encima para pelearse. Lo tuvimos que separar entre todos". Siempre tuvo inconvenientes con las figuras. En Newell's su teoría de fútbol en constante movimiento le valió que dudaran de la relación que tendría con Gerardo Martino y Julio Zamora. Al mexicano Zague, histórico del seleccionado, costó cautivarlo en el América. En Vélez, donde estuvo enfrentado con José Luis Chilavert, sus modos opuestos a los de Carlos Bianchi, le valieron la antipatía y la desconfianza de la estructura que había sido campeón del mundo. Es dueño de una frase que lo pinta: "Los mejores no merecen privilegios, a ellos hay que exigirles proporcionalmente a sus cualidades"; a la hora de trabajar no realiza ninguna concesión. ¿Cómo hubiera actuado si le hubiese tocado dirigir a Diego Maradona? 

Generalmente no los incita a que le digan lo que piensan y a que le efectúen críticas delante de él, una clave en la conducta de cualquier grupo, para evitar que lo hagan en otros ámbitos. No obstante, mientras jugaba, no tenía problema en enfrentarse con el técnico o con el preparador físico; incluso era de pedirle mayor intensidad en los trabajos. 

Capaz de contestar "no entendí una mierda" después de una indicación de Gualberto Mugione, su entrenador en Instituto, o también en Córdoba, de interrumpir un ejercicio físico al darse cuenta de que lo hacía defectuosamente y recriminarle al preparador físico Nardi: "Toda mi vida lo hice para la mierda". Se nota que tiene un exabrupto preferido. 

Eduardo Bermúdez lo condujo en la reserva de Newell's: "Él es muy competitivo consigo mismo, de esa manera se preparó. Era exigente con él y con nosotros; nos refutaba algunas de las tareas que dábamos". "Soy de la idea de exigir", dijo en Japón, donde muchos se rieron cuando en un amistoso en el que los suplentes perdieron 1-0 ante el Sendai Vegalta, le gritó a uno de los desconocidos juveniles que reforzaron la delegación: "Pisculichi, metete en el partido". Obviamente causó distintas repercusiones cuando llegó a Vélez, con futbolistas consagrados a nivel local, que cuando asumió en Newell's, en un plantel compuesto mayormente por pibes cuyo crecimiento había acompañado en inferiores. En abril del '91, un reportaje en "El Gráfico" fue ilustrado con una foto en la que se lo ve, en un alto de un entrenamiento, relajado, hablando con siete jugadores titulares, sonrientes él y ellos, una imagen casi imposible de volver a conseguir en sus consecutivos empleos. Y después de uno de los títulos conseguidos, se sinceró: "Si no quisiera mucho a los jugadores de Newell's, no hubiera podido lograr el clima que obtuve en este equipo". 

Le conviene regentear juveniles. Puede terminar de formarlos, una de sus cualidades, y son más proclives a aceptar las exigencias de un nuevo entrenador. En la Selección argentina, luego de una temprana época de turbulencias, se percató de que debía amoldarse a conducir un grupo de estrellas. Raúl Gámez, un constante defensor, entiende que "imponerse a estos jugadores de Selección, con el cartel que tienen, no es fácil. Era claro en su primera época, como cuando tuvo aquella pelea con Calderón. Pero pasa el tiempo y los jugadores lo conocen, se dan cuenta que no es traicionero, que no va con cuentos; se los gana con ejemplos y no con hipocresía". 

Gámez trata de justificar el descontrol que lo llevó a Bielsa a insultar y a querer trompear, en pleno aeropuerto de Asunción, a José Luis Calderón. Realmente, en sus primeros meses en la Selección, su llegada entre los futbolistas era casi nula. Así como en Newell's no lo respaldaba una historia como jugador, mucho menos en el equipo nacional, donde también pesaba no haber estado en un conjunto de los más populares. Necesitaba del éxito inmediato, la única manera con la cual podían llegar a confiar en él. Lo mismo ocurre en su segunda gestión, aunque lo que necesita ahora es recuperar el crédito que había conseguido. Quienes lo tuvieron en sus primeros equipos opinan por lo general que ahora, en la Selección, genera otro trato. Fernando Pandolfi apuntó que "en Vélez cada uno tenía su partido con un rival. No lo veo tanto en la Selección. Creo que juegan más al fútbol; a nosotros, pese a que salimos campeones, nos llevó varias fechas jugar vistoso. No sé si es porque él no lo pide o porque no le hacen caso".

En Newell's les hacía revisar artículos de diarios acerca de los rivales para alcanzar una compenetración progresiva; indudablemente en la Selección debía amoldar sus exigencias. 

Uno de los de aquella época, Fernando Gamboa, explicaba acerca de su primera época sin buenos resultados en el Seleccionado, en un reportaje brindado a la revista "Sólo Fútbol", que "lo que pasa es que el jugador debe estar abierto para recibir lo que él dice. No es lo mismo transmitirle conceptos a un grupo de pibes que nos queríamos comer la cancha, como éramos nosotros, que a uno de experimentados con 10 años en Europa. Por ahí se cierran y piensan que ya saben todo". El juego que pretende de su equipo lo va explicando a medida que se conocen. La primera impresión, unánime, es que Bielsa quiere cambiar lo que venían haciendo. Los entrenamientos se suceden y van completando la idea de un técnico detallista y exigente al máximo. El Kily Cristian González declaraba en agosto del 2000, en el diario "La Nación": "Y sí, al jugador un poco le rompe. Pero digamos que Bielsa tiene una sana manera de romper...". Gamboa se retrotrae y encuentra lo mismo: "Había que estar preparado para bancar a Bielsa, pero después los resultados se veían en la cancha". 

En Vélez hacía charlas tácticas en forma separada; antes de la cena del día anterior de cada partido, se reunía con los defensores y volantes defensivos media hora, y luego con los delanteros y mediocampistas de ataque otro tanto, aunque con éstos siempre se demoraba, por la explícita reticencia que le demostraban por tener que marcar a un rival por todo el campo; Martín Posse y Pandolfi eran los que se animaban a decírselo. Al respecto surge una anécdota: en los tiempos en que empezaba a sonar confiable, Mauricio Pellegrino, capitán y líbero, le preguntó si pensaba que eran jugadores aptos para defender con una línea de tres hombres; Bielsa, obvio, le contestó afirmativamente, a lo que aquél le respondió que "eso es suficiente para nosotros". 

Acerca de su rigurosidad por lo planificado, hasta llegar a ver al fútbol de una manera mucho más compleja que la media, Fernando Pandolfi lo recuerda "raro. Había partidos que me iba a mi casa re caliente porque no me había salido nada y él me felicitaba. En cambio, otras veces que yo pensaba que había jugado bien, me cagaba a pedos porque en un par de jugadas no había seguido a un rival en un relevo. Nosotros analizamos el partido en lo técnico y él, en lo táctico. Más allá de que teníamos puntos de vista distintos y que los discutía con él, siempre le hice caso, aunque el periodismo decía que yo no aceptaba lo que me decía. Después de un partido contra River en el Monumental, donde lo único que hice fue seguir a Astrada, dije que estaba acostumbrado a que el 5 me marcara a mí y no que yo lo siguiera a él. Quedé mal porque ni había tocado la pelota ese día. Esa fue una de las veces que me felicitó y yo no entendí nada". 

Bielsa actúa como si hubiera premeditado cada rasgo de la conducta para no dar lugar a ningún tipo de reproche. Así como se dedica absolutamente a su trabajo, quiere la misma entrega de parte de sus jugadores. No aceptó una invitación de Bernardo Neustadt para ir al programa televisivo "Tiempo Nuevo" en 1990 porque sus jugadores estaban concentrados. Quiere lo mismo para ellos que para él. 

Pudoroso de su vida privada, no hace un tema importante de la de sus conducidos. No le interesa ni en qué gastan el primer sueldo. Carlos Cordone ya usaba pelo bien largo y tatuajes cuando jugaba en Vélez: "Nunca se fijaba en la ropa, en el pelo, en los aritos, lo único que realmente le importaba era que cuando tuviéramos que hacer los trabajos con él, los hiciéramos con ganas". Pero claro, si le irrita que salgan a la luz aspectos de su personalidad, la que va más allá de su trabajo, también le molesta determinada exposición pública de ellos. A Cordone lo reprendió por mostrar tatuajes y aros en una producción fotográfica: "Que los tenga me parece bárbaro, pero no los exhiba. Usted es un jugador de prestigio internacional y no es de jugador serio lo que hizo", le advirtió. 

Se opone a casi todos sus contemporáneos directores técnicos, quienes son ante todo experiencia más un mínimo de teoría. Mientras los demás jugaban al fútbol, él lo estudiaba. Armó sus ideas de fútbol a través de años, mientras lo sentía como hincha, espectador imparcial, profesor de educación física y estudiante para técnico. Hoy está tan seguro de su catálogo que pide otras opiniones, pero no para cambiar. 

Tiene una particular concepción de los jugadores que elige fuera de la cancha: admira a aquellos que cuentan con algo que él desearía. Para el partido también elige a aquel que pueda discernir con objetividad y criterio: "El futbolista debe ser pensante, inteligente, con capacidad interpretativa de cada una de las variantes del juego. La inteligencia de ellos no debe ser, obligatoriamente, la inteligencia de la cultura". Fuera del campo también elige los que disciernen con criterio, porque cree que aque¬llos que usan la lógica en la vida también lo harán en el fútbol. Si pensar ya es difícil, hacerlo corriendo es más complicado todavía. 

Su hermano Rafael describió la relación con los jugadores en el libro "La vida en rojo y negro": "Es fácil saber cuáles preferirá. Tiene que ver con su forma de ser, con las cosas que le faltan para sentirse a sus anchas en la vida y con lo que le transmite seguridad. Preferirá el temple al arranque, la transpiración inspirada a la inspiración momentánea, la acción del esfuerzo a la sobreactuación del sacrificio, la dosis a la canilla abierta. Una vez que Marcelo los ha hecho suyos, no deja de mirarlos hasta que se retiran del fútbol".

¿Cuántos técnicos argentinos tratarán de usted a sus conducidos? Miguel Caloni, que lo tuvo en el equipo de la Universidad de Buenos Aires, todavía se sorprende: "Nosotros tampoco lo tuteábamos, y eso que yo tenía 23 años y él 27. Marcaba distancia". Necesita lograr esa brecha; si no, el desgaste con el grupo será una lógica consecuencia. El hablar con ellos sólo de fútbol, con la obsesión que guía su análisis, es un recurrente foco de discordia. 

Pocos saben que antes no concentraba con ellos "para oxigenar la relación, para no transmitir la ansiedad. Ahora sí lo hago, por temor a ser mal interpretado". El viernes 21 de julio de 2000, estaba alojado junto al plantel antes de viajar a San Pablo para jugar frente a Brasil por Eliminatorias, pero nadie sabía, ni siquiera el personal del predio de la AFA en Ezeiza, que ese día cumplía 45 años. 

Trató siempre de deslindar la relación con los futbolistas: en el América de México, en Carlos García, el preparador físico; en el Espanyol de Barcelona, en Paco Flores, técnico alterno anterior a su llegada. 

Cuando fue designado técnico de la primera, designó un profe de experiencia y ascendencia en los planteles, Jorge Hugo Castelli, depositando el liderazgo social en él. Cuando éste marchó rumbo a México y el recio Rodolfo Valgoni lo reemplazó, Bielsa debió asumir funciones no queridas y empezó a debilitarse la afinidad, lo que marcó su alejamiento de Newell's. Gamboa evoca aquellos momentos en los que "no queríamos hablar de fútbol y él lo consume las 24 horas. Cuando se fue, la relación estaba muy desgastada. Tuvimos un momento de respiro en un amistoso de festejo. No me acuerdo ni cómo salimos (N. de R.: 0-2 con Olimpia de Paraguay), sí que estábamos jugamos muy mal. Él se enojó muchísimo y nosotros nos terminamos de dar cuenta de que para él en esto no hay respiro".

Fernando Gamboa es una de las referencias en su carrera. Lo había dirigido en las divisiones menores; en primera le dio confianza y titularidad pese a su juventud y una controvertida imagen; y Bielsa lo reconoció siempre uno de los artífices del cambio de identidad y la mística instaurada en Newell's: "Gamboa fue fundamental: contagia, transmite, enciende". 

Dos hombres temperamentales como ellos suelen armar una historia de amores y odios. Mientras convivían, tuvieron cruces; hoy, el defensor no duda: "Tuve a los mejores técnicos del país, por lejos: Menotti, Bilardo, Passarella, el Coco Basile, el Maestro Tabárez, Yudica... Pero del mejor no tengo dudas: Marcelo Bielsa". Y también es clave para entender que Bielsa es mejor técnico a la larga: "Cuando en un entrenamiento repetíamos y repetíamos la misma jugada, nos fastidiaba, decíamos 'otra vez un lateral...'. Pero después entrábamos a la cancha con una confianza terrible. No teníamos el partido ganado, pero se simplificaba". 

Los que lo cuestionan dicen que mecaniza, que repitiendo movimientos le resta improvisación a una actividad dinámica por naturaleza. Es posible, pero él prefiere ganar en coordinación. Para entrenar utiliza sectores pequeños de la cancha y llegó a atar a los jugadores, como hacía Juan Carlos Lorenzo, para que incorporaran tener una opción cercana, el sentido de jugar corto y ser solidarios. 

Cuando los jugadores realizan sólo ejercicios físicos, los abandona. Pandolfi cuenta la experiencia de la temporada '97/'98 en Liniers, donde no iba a las prácticas de los martes (el primer entrenamiento después del partido) y de los sábados a la mañana: "Nos dejaba solos con el profe y a nosotros nos llamaba la atención. Quizás aparecía una hora después con una planilla y nos decía 'buenas tardes a todos, hoy vamos hacer esto, esto y esto, ¿lo entendieron?'. Mientras nosotros hacíamos físico, él se la pasaba haciendo dibujitos de diseños tácticos en su cuaderno". 

Una vez les dijo a los jugadores de Newell's que "no siempre estoy con ustedes, pero siempre estoy trabajando para ustedes, porque es mi obligación, para eso me pagan...". 

Explica a través de los videos y también se vale de ellos para armar su concepto. Eduardo Bermúdez, quien lo había recomendado para dirigir, viajaba a México para ver los jugadores que representaba: "Un día fui a comer con ellos y él no quiso venir, siempre con su idea de no mezclar los tantos. Yo tenía que volver a su casa, estaba viviendo con él y su familia. Me dijo que no me hiciera problema por la hora, que él iba a quedarse despierto para abrirme. Llegué a la una y media, y ahí estaba, con una idea fija: mirar fútbol. Me tuvo hasta las cuatro de la madrugada viendo un compacto de las jugadas del Piojo López en Racing". 

Antes de los partidos, no habla más de 15 minutos y casi nada del contrario: "Las charlas técnicas las veo poco trascendentes. El futbolista admite cinco mensajes, hay que calificar bien lo que uno quiere transmitir". Prefiere ir desmenuzando a través del trabajo semanal en breves reseñas. En ocasión del viaje de Newell's a Cali para la semifinal de la Copa, un día los reunió seis veces. "El Gráfico" publicó que uno de los jugadores confió por lo bajo: "Si es por él, en vez de postre, nos da una charlita". 

Aunque prefiere que lo hagan los preparadores físicos que trabajan con él, es de motivar a los jugadores. No deja ver las prácticas porque no quiere que trascienda su exigencia desmedida; él incluso la denomina "maltrato" (en un entrenamiento del seleccionado, por ejemplo, retó fuerte a Marcelo Delgado). 

Usa el diccionario de sinónimos, no sólo para tener una mejor forma de referirse con los periodistas, sino también para aprender un concepto nuevo que movilice a sus dirigidos.

En situaciones límites, tiene a mano dos variantes: tomar la victoria como vida o muerte, o aflorarles el espíritu amateur, el mismo que elogia antes que cualquier virtud de una Selección repleta de figuras en el exterior, el mismo al que apuntó antes de la final de la Libertadores con Newells: "Nosotros tenemos que reconstruir una sensación, algo muy profundo: remitirnos a los 14 años, cuando en el barrio nos tocaba jugar contra aquellos rivales a los que les teníamos bronca y no nos importaba nada más que eso, ni el lugar, ni la hora, nada... Porque lo único que nos interesaba, justamente, era jugar". A los mismos jugadores, un año antes, les había hablado de la otra forma, en víspera de la definición del torneo en cancha de Boca: "Les expliqué que no me importaba el trámite, que el que gana es el mejor y el que pierde es el peor. Que no se dejaran engañar por eso de las derrotas dignas o las victorias morales". 

Juan Pablo Sorín contó que "Bielsa tiene un grupo de ayudantes que le compaginan las jugadas y hasta le filman los entrenamientos. Entonces él te dice 'en tal ataque volviste tarde'; si se lo llegas a negar, aprieta un botón y te calla". En Vélez llegaron a estar tres horas para analizar el video de un primer tiempo. Cuando convocó a Claudio Caniggia a la Selección, lo llamó después de la cena y le mostró muchísimas jugadas de él en el Glasgow de Escocia; marcándole cuáles de esas (y cuáles no) quería que repitiera para la Argentina. Jorge Griffa, su gran mentor, habla como técnico, pero ante todo como formador: "La evolución del fútbol va de la mano de la evolución de los entrenadores. Y él piensa permanentemente de qué modo mejorar. Más allá de sus capacidades, es sobre todo leal, recto, honesto y a veces excesivamente frontal". Claudio Husain avanza sobre el mismo rasgo: "De él rescato más la personalidad que sus conceptos de fútbol. He tomado sobre todo la honestidad en el trabajo. Más allá de que los futbolistas somos sensibles, él siempre va de frente". Y Germán Burgos, cuando le preguntaron sobre la virtud de Bielsa, dijo que "no tiene ningún problema en mandarte a la mierda en la cara". 

Aldo Forti lo conoció en sus inicios, recién cuando dirigía a una selección universitaria, pero encontró el mismo personaje: "Me acuerdo de su fanatismo por el laburo, de su gran respeto por el jugador, siempre sin tutear, con diálogos muy elaborados, a veces incluso un poco complicado de entenderlo. Transmitía una enfermedad por el fútbol que emanaba y a nosotros no nos quedaba otro remedio que enchufarnos. Ese lenguaje que usaba lo sigo viendo en las conferencias de prensa, ya que no sólo a los jugadores les habla de esa manera. Es un tipo que transmite las ideas más abstractas que como estamos acostumbrados a escucharlas. Nosotros éramos todos alumnos universitarios y nos costaba, me imagino lo que le costará a algunos futbolistas". 

Cuando un hombre está acostumbrado a comportarse de una determinada manera, cuando habla con un estilo, le cuesta cambiar, pese a que un buen comunicador se adapta a su receptor. Claudio Husaín decía ya en 1997 que "se expresa muy bien: nos habla de pases transversales, alturas, esquinas. Tuvimos que aprender un vocabulario nuevo". Y en un partido de eliminatorias, se acercó al campo para decirle a Ariel Ortega que quería que se mostrara cerca de la línea cuando Javier Zanetti se proyectaba por la derecha; la televisión denunció su léxico: "La oferta de la recepción tiene que ser vertical", le dijo al jujeño. 

Otros momentos de evocación de Aldo Forti sirven para seguir conociendo al técnico persona: "Tiempo después de la ida de Bielsa de la UBA, quedé como uno de los responsables del equipo. En el '91 tuvimos que ir a jugar a Rosario un torneo de papi fútbol. Nos alojamos en el Liceo de Funes, donde casualmente también estaba concentrado Newells. Aproveché y lo busqué a Marcelo. Estaba desayunando en el comedor, cuando me acerqué vi que me miraba de reojo y me anticipé: 'mira, no te vas a acordar de mí..', 'no, no, yo me acuerdo bien' me dijo, “vos sos Aldo Forti, de la UBA, el arquero suplente, ustedes formaban con tal, tal y tal”, y me dio los nombres de cada uno de nosotros. Habían pasado 8, 9 años. Se levantó de la mesa inmediatamente y me mostró los pabellones donde dormían los jugadores. Me acuerdo de que en un cuarto me señaló a los delanteros, que estaban frente al televisor mirando videos de cómo defendía el rival siguiente, en otro los defensores observando cómo atacaban". 

Forti se refiere también a una preocupación que lo acompañó en toda su carrera: "Una de las cosas que lo preocupaban de ese momento era que cuando daba la formación de un equipo, sentía la presión del profesionalismo, porque según los 16 tipos que él nombraba, determinaba quién ganaría el premio y así él estaba designando por ejemplo, quién podría cambiar el auto". Una década después, con el profesionalismo totalmente arraigado en sus costumbres y dirigiendo hombres de muy buen pasar económico, lo angustiaba el mismo tema, aunque más ligado a las expectativas creadas que a lo material; consultado acerca de la preselección de 35 jugadores que debía armar (la FIFA después revocó la idea), de los cuales quedarían 23 para el Mundial, se sorprendió y por el gesto pareció resignarse: "No lo sabía, pero eso generará en algunos futbolistas una expectativa que no es conveniente". 

En la Selección se aprendió rápido los apodos, pero nunca los tuteó. Husaín, uno de los pocos que dirigió primero en un equipo y después para la Argentina, cuenta que "Bielsa demuestra que tiene en cuenta a los futbolistas de otra manera. Conmigo a veces le sale 'dale Turco', pero generalmente le cuesta tutearme y entonces se produce algo gracioso, porque me trata de usted, pero por el sobrenombre". No se hace amigo de los futbolistas porque, asegura, como entrenador toma decisiones que afectan a los intereses del hombre. Aquellos con los que extiende su relación se pueden contar con una mano; entre ellos, Eduardo Berizzo y Darío Franco. 

Franco jugó en el primer año de Bielsa como técnico de Newell's, fue vendido a México y en el primer viaje de vuelta, fue a visitarlo a su casa; varios años antes, cuando había llegado de Córdoba y cursaba quinto año en el Sagrado Corazón, Marcelo se valía de sus amigos en ese colegio para que lo dejaran faltar a la clase de gimnasia y así pudiese concurrir a las prácticas. 

Berizzo era con quien habitualmente se estrechaba primero en un abrazo tras cada éxito importante de Newell's. El jugador le está agradecido: "Lo tuve 8 años, 6 en Newell's y 2 en el Atlas de México, después en la Selección, y puedo decir que después de trabajar con él, uno es mejor jugador. Es un constante corrector de errores, aun en el triunfo". 

En Vélez, pese a que supuestamente tenía debilidad futbolística por él, dejó afuera a Cristian Bassedas, no por haber dicho éste que "los entrenamientos son aburridos", sino porque sus viajes con la Selección de Daniel Passarella lo devolvían sólo para los partidos. Con Bielsa juega el que está mejor. Bassedas luego lo entendió: "Bianchi, Basile, Veira, bancan a sus jugadores porque saben que ellos los van a salvar a la hora de la verdad. Marcelo, en cambio, si te ve mal, te saca". 

Los jugadores eligen al mejor técnico que tuvieron en sus carreras según los éxitos deportivos, cuánta continuidad hayan tenido, o bien, dependiendo del modelo que necesitan por su personalidad. Carlos Cordone tuvo a Carlos Bianchi y a Marcelo Bielsa, pero "me quedo con Bielsa" dice, "porque es con el que más jugué. Lo que más me sorprendió de él fue que jugaba el que andaba mejor. No le importaban los nombres. Le daba lo mismo uno consolidado o uno que recién empezaba en Primera".

Fernando Pandolfi, que por lo contrario prefiere a Bianchi, quien lo guió en sus desplantes anímicos, igualmente elogia a Marcelo: "Nos daba un poco de bronca que fuera cerrado, que fuera sólo un enfermo de fútbol, porque en el fondo lo apreciábamos y sabíamos que era un tipo con el que se podía hablar. Más allá de que era seco y no lo pude tratar, de parte mía y de la de él siempre hubo la mejor onda". 

En Chile uno de sus desafíos será poder adaptarse a la idiosincrasia del futbolista chileno. Por lo pronto, gran parte de los jugadores que lo tuvieron hasta ahora se lamentan por no haberlo tratado. En la convivencia con ellos, Bielsa es inabordable.

No hay comentarios: